El pochó: una danza de carnaval en Tenosique, Tabasco

Tomás Pérez Suárez

Desde mucho tiempo atrás, tanto que sus orígenes se han olvidado, los habitantes de Tenosique, cabecera del municipio tabasqueño con el mismo nombre, realizan año con año una peculiar danza como parte de las celebraciones del carnaval. Se le llama pochó, nombre que aparece en el Diccionario maya Cordemex como una palabra registrada en la primera mitad del siglo XIX por Juan Pío Pérez, con la siguiente definición: “un baile vedado, mitotada de indios con sus tunkules”. Así, podemos suponer que la danza es de origen prehispánico pero que sin duda fue reelaborada y readaptada en tiempos coloniales y especialmente, al menos en el caso de Tenosique, después del descubrimiento de la zona arqueológica de Palenque, en 1784.

Los personajes

Además de dos músicos (un tamborilero y un pitero) y un “capitán” vestido de civil, en la danza participan varios actores que interpretan a tres personajes principales (ante numerosos espectadores): el cojó, la pochovera y el tigre. El cojó, personaje masculino y único enmascarado, es en la actualidad el más numeroso y el más llamativo por su vestuario. Éste se compone de elementos vegetales que le confieren un aspecto semejante al de una planta con movimiento o un hombre de madera. Consta de hojas secas de plátano enrolladas a manera de polainas en los tobillos, las cuales, al caminar, funcionan como una gran sonaja que produce un sonido similar al de los tenábaris (sonajas hechas con capullos de mariposas) y “codos de fraile” (semillas de árbol Thevetia peruviana) utilizados en danzas de venado, pascolas o concheros. Lleva una túnica, hecha con un saco o costal de henequén, que le cubre el torso y la cadera. Debajo de esta especie de túnica, la ropa es la tradicional: pantalón y camisa de manga larga, preferentemente.

Grandes hojas atadas a la cintura, del llamado árbol del pan o castaña (Arstocarpus sp.), funcionan como sobrefalda verde encima del saco de henequén. Cabe aclarar que este árbol no es el ramón (Brosimum alicastrum), al cual también se le conoce en el área maya como árbol del pan, sino una especie introducida en el siglo XVIII a las Antillas desde Oceanía.

En primer término, la cabeza y el rostro se cubren con un lienzo o tela grande que puede llegar a cubrir a manera de capa los hombros, la espalda y aun la cadera. Se sujeta con dos paliacates, uno amarrado a la frente y el otro cubriendo la boca para cambiar la voz. Después se coloca en la cara una máscara de madera que puede ir pintada, según la moda, con diversos colores y temas. Sobre la cabeza va un sombrero adornado con flores de diversos colores y hojas largas y lanceoladas que semejan plumas.

Un elemento inseparable del cojó es su larga sonaja de bastón llamada chikish, semejante a las denominadas chicahuaztli en náhuatl, las cuales estaban asociadas a ceremonias de petición de lluvias. Estos personajes suelen llevar recipientes con agua, talco o harina, con los que frecuentemente bañan a los espectadores; pueden portar muñecas viejas (reinas del carnaval), ratones e iguanas, bacinicas, paraguas inservibles u objetos eróticos, como penes y figurillas desnudas, con las que continuamente gastan bromas. El nombre de cojó puede derivar de la palabra maya koh, que significa “carátula”, “máscara” o “el que está en lugar de otro”.

La pochovera (nombre castellanizado de pochó) es el personaje femenino; su papel en la danza es mínimo y silencioso en comparación con el cojó, que es escandaloso y bullanguero. Su número es pequeño y antiguamente sólo lo personificaban ­mujeres de edad avanzada. Su vestimenta consta de una falda larga con diseños florales y una blusa blanca, de manga corta, con encajes de colores en mangas y cuello. Sobre la espalda, a manera de una pequeña capa que le cubre los hombros, lleva un paliacate rojo atado al cuello. También porta sombrero con flores y hojas semejantes a los que llevan los cojoes. Una de estas mujeres, la llamada “capitana”, suele llevar una bandera roja, que cambia por una blanca el martes de carnaval, último día en que se realiza la danza.

El tercer personaje, con más antecedentes prehispánicos, es el jaguar, llamado tradicionalmente “tigre”. Su atuendo es bastante original en comparación con los de otras danzas contemporáneas y similar a las representaciones de personajes ataviados como jaguares que, frecuentemente, aparecen en numerosas vasijas mayas del periodo Clásico, en el Códice de Dresde y especialmente en una jamba del santuario del Templo de la Cruz en Palenque. Un pantalón corto es la única prenda que cubre la desnudez de estos personajes. El resto del cuerpo lo llevan cubierto por una capa de pintura crema o amarilla, hecha con arcilla. El efecto de las manchas características del jaguar se logra mediante la impresión de círculos con un carrizo o el pico de una botella untado de carbón o pintura negra. Sobre la espalda y atada a la cabeza y a la cintura lleva la piel de este felino, cuando la hay disponible. Cuando no es así, lo más frecuente en la actualidad, se sustituye por una piel de venado o por telas sintéticas con estampados que simulan la piel de cualquier felino.

Un elemento característico de este personaje son las flores que cuelgan de su frente, de manera similar a las que porta la deidad maya conocida como Jaguar del Lirio Acuático en la iconografía maya. Completa el atuendo un silbato atado también al mismo hilo que sujeta las flores.

Calendario y desarrollo de la danza

El carnaval de Tenosique dura de tres a seis semanas: comienza el 19 de enero y culmina el martes de carnaval, último día de esta festividad, que puede oscilar, dado que no es una fecha fija del santoral cristiano, entre el 13 de febrero y el 9 de marzo. Así, la gente de Tenosique habla de carnavales cortos y largos. La danza se realiza sólo los domingos, el 2 de febrero, independientemente del día de la semana en que éste caiga, y el lunes y martes de carnaval.

La danza es matutina: se lleva a cabo entre las 9 de la mañana y las 3 de la tarde, aproximadamente. A principios del siglo XX, según Manuel Bartlett Bautista (1926), sólo se bailaba en el interior de las casas; ahora se realiza en las calles del pueblo. La “caja”, como se le llama al tambor, y todo el grupo recorren gran parte del pueblo bailando en los cruces de calles o frente a las casas donde la soliciten. En cada estación, lugar donde se realiza la danza, se ejecutan los mismos pasos y la misma trama siempre, sin variación alguna. Se inicia al son de la música y mientras los cojoes y pochoveras forman círculos concéntricos, los tigres permanecen en el interior sin formar alguna figura en especial. Los cojoes, en el círculo exterior, danzan y giran en sentido contrario a las manecillas del reloj; las pochoveras ocupan el círculo interior y giran en el sentido de éstas.

 

Tomás Pérez Suárez. Arqueólogo por la ENAH. Maestría en estudios mesoamericanos de la FFYL de la UNAM. Fue investigador en el Centro de Estudios Mayas del Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM.

Pérez Suárez, Tomás, “El pochó: una danza de carnaval en Tenosique, Tabasco”, Arqueología Mexicana, núm. 61, pp. 62-67.

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