John C. Ravesloot
En el sitio de Casas Grandes, al norte de Chihuahua, se han encontrado evidencias arqueológicas de sacrificios humanos y del procesamiento de cadáveres para ser mostrados de manera ritual.
El consumo ritual de carne humana fue, en el pasado, una práctica común en casi todo México y América Central; también se tomaban como trofeos las cabezas y otras partes del cuerpo de jefes, sacerdotes y personajes importantes. los que además eran exhibidos. La literatura etnohistórica y arqueológica sobre el Centro de México indica que el sacrificio humano y el canibalismo comenzaron hace 2 500 años, o tal vez más. Probablemente el complejo sociopolítico e ideológico en el que se vinculan guerra, religión, sacrificio y canibalismo que más se conoce sea el de los aztecas. Algunos elementos clave de ese complejo, que se desarrolló en el Centro de México y que caracterizó a las antiguas culturas mesoamericanas, llegaron hasta otras regiones, como la Gran Chichimeca. La literatura etnohistórica del Norte de México parece indicar que la apropiación de trofeos de guerra y la conservación de cráneos y huesos de los enemigos fueron práctica frecuente y muy difundida. Los cráneos-trofeo cobrados en contiendas fueron símbolos de victoria y emblemas de autoridad y poder. Por otra parte, el consumo ritual de carne humana o canibalismo fue sobre todo de naturaleza ceremonial y se limitaba a comerse a los cautivos de guerra o a los enemigos que habían muerto en batalla.
Casas Grandes
Desde hace tiempo, los arqueólogos consideran que Casas Grandes, al norte de Chihuahua, era el centro ceremonial de la Gran Chichimeca. El sitio, conocido también como Paquimé, fue explorado parcialmente entre 1958 y 1961 por la Amerind Foundation y el INAH (Di Peso, 1974). Las excavaciones revelaron que Casas Grandes alcanzó su apogeo en el siglo XIV, cuando contaba con una población cercana a los 2 000 habitantes.
El sitio, donde se conjugaron rasgos culturales de Mesoamérica y del Suroeste de Estados Unidos, contaba en ese entonces con media docena de conjuntos de casas de un piso y con un gran conjunto de adobe de varios niveles en forma de U, construido alrededor de una gran plaza central. Al oeste y al sur de este conjunto se construyeron edificios públicos, entre ellos juegos de pelota con forma de I, montículos-efigie (zoomorfos o geométricos) y otros edificios. El rico corpus iconográfico que caracteriza a la arquitectura y la cerámica de Casas Grandes durante este periodo incluye el culto a dioses del Centro de México como Quetzalcóatl, Tláloc, Tezcatlipoca, Xipe-Tótec y Xiuhtecuhtli.
A principios del siglo XV comenzó un periodo de tensión social, desintegración y decadencia, el cual trajo como resultado el abandono del sitio en dos generaciones. La condición dispersa y fragmentada de la parafernalia ritual y la ruptura de dos urnas funerarias parecen indicar una destrucción intencional de Casas Grandes, sobre todo de los edificios ceremoniales y religiosos, como el Montículo de las Ofrendas (Unidad 4), que albergaba los restos de los antiguos dirigentes. Otros indicios, directos o indirectos, señalan que el complejo mesoamericano guerra-religión-sacrificio fue parte integral de la adaptación sociopolítica e ideológica de la sociedad de Casas Grandes durante los siglos XIV y XV.
John C. Ravesloot. Doctor por la Universidad de Carbondale, en Southern Illinois. Director del Huhugam Heritage Center, en la comunidad india de Gila River, y profesor del Departamento de Antropología en la Universidad Estatal de Arizona.
Ravesloot, John C., “El sacrificio en Casas Grandes”, Arqueología Mexicana núm. 63, pp. 36-39.
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