Elizabeth Mejía Pérez Campos, Alberto Herrera Muñoz
Las investigaciones de los últimos años en los asentamientos prehispánicos de Ranas y Toluquilla, localizados al sur de la Sierra Gorda de Querétaro, han permitido precisar datos sobre la cronología y traza urbana de estos sitios, así como sobre la manera en que subsistieron sus habitantes.
Las zonas arqueológicas de Ranas y Toluquilla, situadas al norte del estado de Querétaro y al sur de la Sierra Gorda, se encuentran en un ambiente boscoso, en un nicho ecológico que va del noroeste al sureste de la tierra. Este nicho cuenta con grandes elevaciones de más de 3000 msnm que sirven de barrera o parteaguas para los vientos que vienen del Golfo de México, lo cual hace que predomine la neblina y el desarrollo de bosques de coníferas y encinares.
Este ambiente se encuentra rodeado al oriente, poniente y sur por lomas bajas que experimentan el efecto de sombra de lluvia, ya que el agua cae en las altas montañas, de forma que llueve poco y se genera un sistema de semidesierto, con vegetación vegetación de cactáceas y matorrales bajos espinosos.
La mayor parte de la sierra está compuesta por rocas calizas con fallas geológicas que permiten la acumulación de minerales como mercurio, plomo, zinc, plata, oro y pequeñas cantidades de cobre y arsénico. En la época prehispánica se aprovecharon los óxidos de hierro, que se presentan como tierra roja. Conocida como almagre, y el sulfuro rojo de mercurio, conocido localmente como granate o cinabrio. Estos productos, usados como pigmentos en la antigüedad, se localizaron en las minas de explotación subterránea y de cielo abierto.
Antecedentes
Los primeros reportes de ocupación humana tuvieron lugar en el siglo XIX, cuando la sierra fue visitada por ingenieros que buscando veras dieron cuenta de la existencia de restos arqueológicos, incluidos los de Ranas y Toluquilla. En todas estas menciones se describen estos sitios como fortalezas y se les compara con las de las sociedades el Clásico. Hasta la década de 1930, el arqueólogo Eduardo Noguera visita estos sitios para efectuar una inspección y corroborar las apreciaciones de los ingenieros, y desmiente su interpretación al no ver torreones, atalayas y fortines. Noguera define la región como un estadio intermedio entre las culturas del Pánuco y el Altiplano Central, y señala una semejanza con Teotihuacan, Tula y Púnuco.
Luego del descubrimiento de algunas piezas dentro de una mina al norte de la sierra, en 1969 se efectúa un rescate arqueológico, el cual da como resultado las primeras fechas de radiocarbono en la región, que van de 1 a 550 d.C., y la localización de objetos asociados a la exploración minera. Años más tarde comenzó el primer proyecto arqueológico en la zona, encabezado por la arqueóloga Margarita Velasco que incluye cinco temporadas de trabajo en Ranas y una en Toluquilla, realizadas entre 1975 y 1987. Como parte del proyecto se llevó a cabo un recorrido sistemático para localizar los asentamientos situados al rededor de Ranas y Toluquilla, y el arqueólogo Alberto Herrera recorrió una parre del macizo conocido como El Doctor.
Los autores del presente artículo hemos realizado trabajos en la zona: Elizabeth Mejía desarrolla desde 1996 y hasta la fecha el Proyecto de Investigación Toluquilla, y en Ranas. Alberto Herrera ha efectuados trabajos de mantenimiento menor durante los últimos 10 años.
Elizabeth Mejía Pérez Campos. Arqueóloga por la ENAH, y profesora de la ENAH y en la Universidad Autónoma de Querétaro. Miembro del IIA de la UNAM. Desde 1993 es directora del Proyecto Toluquilla. Encargada del Proyecto de la Momia de Querétaro.
Alberto Herrera. Arqueólogo por la ENAH. Ha estudiado la minería de cinabrio en la Sierra Gorda desde hace 20 años. Director del Proyecto Ranas y sus Minas, INAH.
Mejía Pérez Campos, Elizabeth, Alberto Herrera “El sur de la Sierra Gorda: Ranas y Toluquilla”, Arqueología Mexicana núm. 77, pp. 38-41.
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