El ADNMT y la descendencia olmeca
Los primeros estudios de ADN en culturas antiguas se remontan a la década de 1980. En su inicio los protocolos eran laboriosos, tardados y costosos. A partir de la década de 2000 el mejoramiento de las técnicas condujo a su mayor aplicación en la arqueología. El público en general se ha mantenido al tanto de los avances y descubrimientos por medio de investigaciones que han recibido mucha atención a nivel mundial, particularmente los estudios de material genético obtenido de momias egipcias y de los restos de neandertales.
Para hacer este tipo de estudio se requiere la obtención de restos humanos no degradados y no contaminados de un contexto arqueológico confiable, que permita conocer su fechamiento y afiliación cultural. En la historia de la arqueología olmeca este conjunto de condiciones no se había dado hasta recientemente. Los primeros restos humanos excavados en un sitio olmeca fueron los dos individuos enterrados en la Tumba de Columnas Basálticas de La Venta, pero no se pudo rescatar el material óseo por su deplorable estado de preservación; se puede decir que casi desaparecieron ante los propios ojos de los arqueólogos que abrieron la sepultura.
La década de 1990 trajo nuevos descubrimientos por parte del “Proyecto Arqueológico San Lorenzo Tenochtitlán”. Se hallaron contextos sellados olmecas con entierros humanos, los cuales son las condiciones arqueológicas óptimas para realizar el estudio de ADN antiguo.
El antropólogo físico Enrique Villamar se dedicó a la cuidadosa toma de muestras de dos entierros del periodo olmeca y su meticuloso procesamiento en el Cinvestav, con el apoyo de los especialistas María de Lourdes Muñoz Moreno y Miguel Moreno Galeana. Llevó a cabo un estudio del ADN mitocondrial (ADNMT) que permite trazar la herencia por la línea materna y definir los haplogrupos. Los haplogrupos son “linajes mitocondriales” que tienen una gran antigüedad y rebasan toda clase de límite cultural, temporal y geográfico en el mundo.
Escribe Villamar que:
Esa propiedad del ADNMT ofrece a la antropología un medio para rastrear el devenir histórico de poblaciones contemporáneas y también pretéritas. Gracias a ello se conoce el repertorio de linajes maternos a escala global, su distribución geográfico-temporal y, por añadidura, los linajes originarios de cada continente. El estudio pionero de ADNMT realizado a individuos olmecas, uno de San Lorenzo y otro de Loma del Zapote, dio por resultado, en ambos casos, la presencia inequívoca de mutaciones distintivas del linaje materno “A”. Es decir, el origen de los olmecas no está en África sino en América, pues comparten al más abundante de los cinco haplogrupos mitocondriales característicos de las poblaciones autóctonas de nuestro continente: A, B, C, D y X.
Cabe señalar que el pequeño tamaño de la muestra no es un factor importante porque la memoria genética contenida en los cuerpos humanos codifica los linajes maternos y trasciende generaciones, territorios y épocas. De haber residido africanos en el territorio mesoamericano durante tiempos muy remotos, su ADN mitocondrial estaría presente en las generaciones posteriores. Ya que ninguno de los otros estudios de ADN de 300 individuos de otros sitios y temporalidades prehispánicas ha hallado evidencia de haplogrupos africanos, es una prueba adicional de que los olmecas no eran de estirpe africana.
Ann Cyphers. Doctora en historia por la UNAM. Investigadora en el Instituto de Investigaciones Antropológicas, UNAM. Especialista en el periodo Preclásico (Formativo) y, en particular, en la civilización olmeca.
Cyphers, Ann, “El ADNMT y la descendencia olmeca”, Arqueología Mexicana, Edición especial, núm. 94, p. 23.