[Moctezuma II] Tenía entonces 53 años. Con su partida se anticipó lo que iba a ser el destino de Tenochtitlan. Es verdad que Cuitláhuac y después Cuauhtémoc habrían de defenderla. Pero como lo refiere un antiguo icnocuícatl, canto de aflicción:
Todo esto pasó con nosotros.
Nosotros lo vimos,
nosotros lo admiramos.
Con esta lamentosa y triste suerte
nos vimos angustiados.
En los caminos yacen dardos rotos,
los cabellos están esparcidos.
Destechadas están las casas,
enrojecidos tienen sus muros.
Golpeábamos, en tanto, los muros
de adobe,
y fue nuestra herencia una red de agujeros.
Con los escudos fue su resguardo, pero
ni con escudos pudo ser sostenida
su soledad.
Miguel León-Portilla (1926-2019). Doctor en filosofía por la UNAM. Miembro de las academias mexicanas de la Historia y de la Lengua, del Colegio Nacional y de la National Academy of Sciences, E.U.A. Autor de numerosas publicaciones y profesor de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM.
Tomado de Miguel León-Portilla, “El ocaso de los dioses. Moctezuma II”, Arqueología Mexicana, núm. 98, pp. 61-66.
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