La difusión de la arqueología

Otro aspecto prometedor es el que busca una nueva manera de relacionar a la arqueología con su público. El periodo que estudiamos ha visto una progresiva crítica y un cambio positivo en la manera en que presentamos la arqueología en sitios y museos, y en la forma incluso en que vemos la participación civil en nuestro quehacer. Este cambio ha sido a veces producto del propio crecimiento de la disciplina, así como de los esfuerzos creativos de arqueólogos y museógrafos. En otras ocasiones, ha sido la tan esperada y retrasada reacción a lo que debiera ser una preocupación básica de la arqueología mexicana: cómo incorporar al público a las tareas de conservación del patrimonio.

Sucesos como "la lucha por Cuicuilco", que dominaron buena parte de la década pasada, mostraron que una alianza eficaz con el público pasa por reconocer, antes que nada, que el patrimonio es realmente del país y no de algún arqueólogo o institución en particular. Y que mientras el gran público no entienda la importancia del patrimonio, difícilmente podrá comprometerse con su conservación. Nuevas estrategias de difusión en sitios y museos ofrecen una esperanza de que esta meta se logre. Desconcentrar la protección del patrimonio, como pedía hace lJnos años una iniciativa de ley, sin un proceso previo de sensibilización, capacitación y transferencia de infraestructuras y habilidades, resultaría potencialmente desastroso.

Es por eso que una de las tareas prioritarias de la arqueología mexicana es, precisamente, la de acercarse a su público y ayudar a devolverle la responsabilidad conjunta que tiene con las instituciones en esta defensa. Estrategias como la interpretación temática, que es una forma de difusión, pueden ser útiles en este sentido y están siendo exploradas inicialmente en instituciones como la ENAH o la UDLA-P. En este terreno destaca la obra de autores como Nelly Robles, Ricardo Matadamas y otros arqueólogos, o de Cuauhtémoc Camarena, Tere Morales y la Unión de Museos Comunitarios de Oaxaca, que han explorado en este estado maneras diferentes de aproximarse a la sociedad civil y trabajar en conjunto. El que recientemente se haya creado un área dentro del INAH en la que se habla por primera vez de la necesidad de ver al patrimonio como un recurso administrable - y no solamente como una herencia intocable, por un lado, o una mercancía, por otro- pueden ser señales en el sentido correcto.

Manuel Gándara, “VIII Historia de la arqueología en México. La época moderna (1968-2002). Segunda parte”, Arqueología Mexicana, núm. 59, pp. 8-15.

 

Manuel Gándara. Arqueólogo y maestro en ciencias antropológicas (ENAH), con estudios de doctorado en antropología en la Universidad de Michigan. Doctor en diseño y nuevas tecnologías (UAM-A) . Coordinador del Centro de Cultura Digital.

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