Beatriz Braniff C.
El árido y magnífico territorio de Sonora, que ha sido parte de la historia de México desde tiempos prehistóricos hasta los recientes, ha sufrido de un gran olvido y descuido por parte de las recientes elites intelectuales y políticas del centro de México. De aquí que sea un verdadero desafío el intentar conocer su verdadera historia.
Para conocer la historia de Sonora es necesario dividirla en dos tiempos: uno reciente, de 1850 d.C. al siglo XX, y uno antiguo, anterior a 1850 d.C. Esta división obedece a ciertos movimientos políticos y a una profunda diferencia en relación con los enfoques particulares de cada época.
El tiempo reciente: 1850 d.C. al siglo XX
Trágico fue aquel tiempo a mitad del siglo XIX (1845-1853) cuando los recién independizados norteamericanos se apropiaron de la tercera parte de nuestro territorio. Como consecuencia de esas segregaciones se definió una nueva frontera con Estados Unidos (que conservamos a la fecha) y así se rompieron los lazos culturales indígenas, coloniales y recientes que habían existido desde antes del siglo XVI.
Los mismos norteamericanos –a partir de esas fechas–, sin respeto alguno por la historia llamaron y llaman a sus nuevos territorios el Southwest (Suroeste), que evidentemente es y ha sido nuestro noroeste. Como Sonora y Chihuahua tenían lazos antiguos con aquellas culturas al norte de la actual frontera, tranquilamente extendieron el término Southwest para incluir a esas dos entidades mexicanas. No sólo eso, sino que aplican ese término a los tiempos prehistóricos cuando ni siquiera existía Estados Unidos. En cuanto a México, en tiempos recientes (1925) se comentaba que José Vasconcelos, quien era secretario de Educación de México, decía: “En la estación Don termina la civilización y comienza la carne asada”; esa estación de ferrocarril se encuentra en la frontera entre Sinaloa y Sonora. Evidentemente, el secretario, quizás como producto de aquella pérdida de territorio que tuvo lugar setenta años antes, no tenía cabal idea de lo que aquel territorio de la “carne asada” había significado para México en tiempos prehispánicos, coloniales y aun recientes.
Es interesante reconocer, además, que la arqueología de Sonora así como la de los estados norteños era difícil de concebir en aquel entonces, ya que se encontraban en una posición geográfica y cultural ajena a los intereses de la arqueología oficial mexicana, la cual desde el siglo XIX se ha enfocado generalmente hacia lo grandioso, lo complejo, lo bello y lo poderoso (lo que deja dinero del turismo): lo maya, lo mexica, Teotihuacan, Monte Albán, etcétera. Para los actuales habitantes del D.F. y los herederos de la tradición mesoamericana Sonora es solamente una tierra árida e ignota.
El tiempo antiguo: antes de 1850 d.C.
Afortunadamente, con la reciente creación de los llamados Centros Regionales del Instituto Nacional de Antropología e Historia (1972) pudimos llegar finalmente al Norte, que ya había sido visitado por colegas norteamericanos, algunos de gran renombre, como Charles Di Peso (en Chihuahua), William Wasley y Thomas Bowen, de la Universidad de Arizona, y Manuel Robles, de la Universidad de Sonora (en Sonora), cuyos informes y publicaciones fueron parte de mi primer ensayo: La frontera protohistórica pima-ópata en Sonora, México. Proposiciones arqueológicas preliminares (tesis de doctorado, UNAM, 1985).
El presente artículo se apoya en parte en esa antigua investigación y en gran medida en los varios y recientes artículos de Elisa Villalpando (en Braniff, coord., 2001). Los datos sobre los hohokam de Arizona, y sobre Trincheras, Sonora, que aparecen en este número de Arqueología Mexicana ciertamente nos ayudarán a definir, complementar y mejorar la información.
Braniff C., Beatriz, “La historia prehispánica de Sonora”, Arqueología Mexicana, Núm. 97, pp. 32-38.
• Beatriz Braniff C. Arqueóloga. Dirección de Etnohistoria, INAH. Interesada en el Norte de México y la Gran Chichimeca, así como en las conexiones entre el noroeste y el Occidente de México.
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