Eduardo Matos Moctezuma
¿Hubo realmente una conspiración indígena para matar a los españoles o fue un pretexto para deshacerse de los dirigentes mexicas? Para tratar de dilucidar el asunto veremos tanto la versión española (Hernán Cortés y Bernal Díaz del Castillo) como la indígena (Chimalpahin y Fernando Alvarado Tezozómoc).
“¡Oh, Malinche, días hacía que yo tenía entendido que esta muerte me habías de dar y había conocido tus falsas palabras, porque me matas sin justicia! Dios te las demande, pues yo no me la di cuando a ti me entregué en mi ciudad de México” (Díaz del Castillo, 1953, p. 247). Estas palabras de Cuauhtémoc poco antes de ser ahorcado por órdenes de Hernán Cortés llaman a una reflexión profunda. Por un lado, el joven tlatoani tenía algunas evidencias de que el capitán español quería deshacerse de él y así lo manifiesta, y por otro lado le hace ver que su muerte no es justa. Las palabras de otro español, testigo de aquellos acontecimientos, no deja duda en cuanto a la ligereza y premura con que actuó Cortés. Me refiero a Bernal Díaz del Castillo, quien acompañaba a éste en su viaje a Las Hibueras. Dice así Bernal Díaz: “Sin haber más probanzas, Cortés mandó ahorcar a Guatemuz y al señor de Tacuba, que era su primo” (Díaz del Castillo, 1953, p. 247).
¿Hubo realmente una conspiración indígena para matar a los españoles o fue un pretexto para deshacerse de los dirigentes mexicas? Para tratar de dilucidar el asunto veremos tanto la versión española como la indígena. Empezaré con los dos personajes que fueron testigos presenciales de los hechos y nos dejaron relato de los mismos: Hernán Cortés en su última carta de relación al rey de España y Bernal Díaz del Castillo en su Historia verdadera de la conquista de la Nueva España.
Los relatos de los españoles
Lo primero que llama mi atención son las razones que llevaron a don Hernán a llevarse a los gobernantes mexicas en su viaje a Las Hibueras. Lo anterior puede explicarse si pensamos que esto ocurrió por el temor que tuvo Cortés de que si los dejaba en Tenochtitlan podría darse algún alzamiento en contra de los españoles. Por lo tanto, no es descabellado pensar que una vez lejos de su tierra, lo mejor fuera quitarles la vida para de esta manera desalentar un posible levantamiento. Lo anterior implicaría que todo estaba urdido antes de emprender el viaje. Quizá de ahí las palabras de Cuauhtémoc: “días hacía que yo tenía entendido que esta muerte me habías de dar y había conocido tus falsas palabras”.
Matos Moctezuma, Eduardo, “La muerte de Cuauhtémoc: ¿conspiración o pretexto?”, Arqueología Mexicana núm. 111, pp. 37-41.
• Eduardo Matos Moctezuma. Maestro en ciencias antropológicas, especializado en arqueología. Fue director del Museo del Templo Mayor, INAH. Miembro de El Colegio Nacional. Profesor emérito del INAH.
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