Hombres y mujeres anhelan las flores. Son su deseado atavío. Son su riqueza en la Tierra. En el Cuicapeuhcóyotl, "Principio de los cantos", del manuscrito que preserva la Biblioteca Nacional de México, es preocupación recurrente la búsqueda de flores. ¿Campa nicuiz yectli ahuiacaxochitl?, "¿Dónde tomaré hermosas, fragantes flores?" El poeta se interna en Xochitlalpan, la Tierra florida, y dialoga con el colibrí precioso y la mariposa de fuego. Allí resuenan los xochicuicatzin, "cantos floridos", y allí abundan las flores que alegran al corazón. El poeta las recoge para llevarlas a los señores, regocijarlos y coronarlos con ellas.
Las flores son metáfora, se convierten en verbo y adjetivo, y permean el espacio y el tiempo en que viven los nahuas. Hay oceloxóchitl, flores del jaguar, y cuauhxóchitl, del águila. Y también las hay del escudo, chimalxóchitl, y del dardo, tlacochxóchitl. A lo largo de la vida pueden ser flores de la amistad, icniuhxóchitl, o de la guerra, tlachinolxóchitl, y de la muerte florida, xochimiquiztli. Pero siempre serán ellas "nuestra riqueza en la tierra", zan xochitl tonecuiltonol tlalticpac.
Hay flores del cuervo, cacaloxóchitl, y teocuitlaxóchitl, flores de oro; aves floridas, xochitótotl, y xochihuauhtli, amaranto amarillo y florido. Las hay blancas, rojas, azules y de otros colores. Abundan sobre todo en la primavera, dan ellas alegría a los dioses y a los seres humanos, xopan in xochitl teayahuiltia.
No son muchas las especies de flores cuyos nombres mencionan los cantos. Recordemos al menos a la cacahuaxóchitl, flor del cacao; izquixóchitl, la que es como el esquite o maíz tostado; la poyomaxóchitl, flor que alucina; la xochipalli, el girasol; la tlapalihhuixóchitl, flor de color de pluma roja; la aztaihhuixóchitl, la de plumas como de garza; la eloxóchitl, flor del elote, y la tlilxóchitl, flor negra de la vainilla.
Los espacios floridos, es decir hermosos y atrayentes, son también recordados en los cantos: xochithualli, patios floridos; xochichincalli y xochimilli, jardines y sementeras; xochipétlatl, esteras de flores; xochicalli, casas de flores, y, en suma, xochitlaltícpac, la superficie florida de la Tierra.
En torno a la acción del supremo Ipalnemohuani, el Dador de la vida, y en relación con la fugacidad de la existencia, las flores con frecuencia son evocadas. Del Dador de la vida se dice, entre muchas cosas, que posee un gran amoxtli, libro de pinturas en el que, con flores y cantos, da color a cuantos existen en la Tierra: xochitica tontlatacuiloa in Ipalnemoani, cuicatica tocantlapalaqui in nenemiz tlalticpac, "con flores pintas, Dador de la vida, con cantos das color a los que han de vivir en la tierra".
Tomado de Miguel León-Portilla, “Las flores en la poesía náhuatl”, Arqueología Mexicana núm. 78, pp. 42 - 45.
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