Las manifestaciones gráfico rupestres en Sonora

César Armando Quijada López

En las manifestaciones gráfico rupestres, ya sean grabados, pinturas o geoglifos, se refleja la vida de los primeros habitantes de lo que hoy es el estado de Sonora. Estas manifestaciones nos muestran lo que los ojos de aquellos hombres observaban a su alrededor, quienes plasmaron en piedra todo aquello que era importante, necesario o vital, lo que su pensamiento mágico o real quería comunicar o dejar testimonio.

 

En la actualidad se sabe de la existencia de más de dos centenares de sitios en territorio sonorense con este tipo de manifestaciones culturales. Algunos de ellos tienen sólo unas cuantas figuras y otros cuentan con cientos de ellas. La mayoría de los grabados y las pinturas se pueden agrupar en tres grandes apartados: figuras humanas, de animales y geométricas, aunque también se encuentran figuras naturistas y de plantas o flores, estas últimas muy escasas. En ocasiones se observan figuras sobrepuestas, con diferencias en estilo y técnica de ejecución, y las hay de pocos centímetros de altura y otras que miden varios metros; a veces las figuras están aisladas y otras conforman verdaderos conjuntos murales de varios metros cuadrados (en la región de Caborca hay un mural de casi 10 m2).

Las descripciones sobre pintura rupestre en el noroeste de México se han realizado en forma esporádica desde finales del siglo XIXhasta el presente. La región de la península de Baja California es la más conocida a nivel nacional e internacional, pero también sabemos de la existencia de estas manifestaciones culturales en Chihuahua y Sinaloa. Aquí se abordarán los sitios del estado de Sonora que albergan grabados, pinturas rupestres e incluso geoglifos (figuras realizadas en el suelo del desierto). Dentro de las manifestaciones rupestres cada grupo es rico en formas y estilos.

 

Las primeras referencias

 

Hasta el momento, la mención más antigua que conocemos sobre alguna manifestación gráfico rupestre en el noroeste de México es la del jesuita Andrés Pérez de Rivas, escrita en la primera mitad del siglo XVII. En el siglo XVIII, Jacobo Sedelmair consignó en su diario que los naturales le enseñaron piedras escritas o sobrescritas con varias figuras e incluso con cruces. Para 1890, Carl Lumholtz, viajero y explorador noruego que recorrió territorio sonorense, menciona la existencia de unas rocas esculpidas cerca de la población de Granados, en la cuenca del río Bavispe. En 1909, este mismo investigador noruego realizó un recorrido por las cuencas de los ríos Magdalena, Altar, Concepción y Sonoyta, así como por la región de El Pinacate, y volvió a hacer mención de petroglifos al referirse a las antigüedades de la Papaguería. Posteriormente visitó el sitio conocido como La Nariz, al este del actual Sonoyta, y describió rocas en las que había pictografías del mismo tipo y diseño que las que pueden verse en otras partes de la región, por ejemplo cerca de Caborca.

 

Quijada López, César Armando, “Las manifestaciones gráfico rupestres en Sonora”, Arqueología Mexicana núm. 97, pp. 58-61.

 

 César Armando Quijada López. Arqueólogo por la ENAH. Realizó estudios de maestría en historia de México en la UNAM. Investigador del Centro INAH Sonora. Ha participado en varios proyectos de investigación y conservación del patrimonio arqueológico. Autor de numerosos artículos científicos y de divulgación sobre manifestaciones gráfico rupestres, arqueología e historia tanto del estado de Sonora como de varias regiones de Mesoamérica.

 

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