Leopoldo Batres: 26 años de labor

Elvira Pruneda

Conservar para revivir a Leopoldo Batres

Apoyada por un guión museográfico de Énoe Mancisidor, la generosa  colaboración del arqueólogo Miguel Ángel Trinidad, el diseño de Adriela Zamora y la selección de textos de José Miguel Rueda, quedó lista la exposición “Los archivos de piedra. Arqueología del siglo XIX”, en la sala principal del Museo Cuauhnáhuac.

La muestra se volvió itinerante y llegó a Xochicalco, Tepoztlán, la UAM Iztapalapa y el antiguo caserón de Morelos en Ecatepec. Batres caminaba de nuevo mostrando su debatida labor de 26 años, tan larga como el título que propuso al presidente Díaz: Inspector y Conservador de los Monumentos Arqueológicos de la República Mexicana. Ejerció el cargo desde octubre de 1885 hasta junio de 1911, al ser destituido a la caída del régimen.

En septiembre de 1999 la tía cortó el listón de “Los archivos de piedra…”, que fueron presentados con la gentileza y sabiduría de Antonio García de León. Al año siguiente, la tía al cumplir 80 abriles, me pasó la estafeta, y emocionada heredé la custodia del acervo. Por años he platicado del personaje en diversos foros; a menudo Haydée López Hernández ha requerido mi presencia en la ENAH y en importantes seminarios. Confieso que he publicado poco. A mis 75 años, con el tiempo encima, considero ineludible compartir por escrito lo que pueda contar.

Un cuadro en mi memoria

Mi bisabuelo se llamó Leopoldo Batres Huerta (1852-1926), de niña miré un cuadro enorme donde un gordo señor vestido de negro, y con un raro sombrero, estaba sentado junto a una mesa con varios ídolos. Su primer nieto, mi padre, nació justo en diciembre de 1910, fue un regalo más de las fiestas del Centenario, y heredó su nombre, Leopoldo.

Cuando paseaba con él en Teotihuacan me comentaba de su niñez en esos lares; en el camino aparecían en el suelo cabecitas de barro, tepalcates o lajitas de obsidiana. En otros recorridos por el centro de la ciudad, buscando chácharas o libros viejos colocados en las banquetas de La Lagunilla o en las tradicionales librerías Porrúa o Robredo, pasábamos frente a las Escalerillas y me comentaba: “aquí trabajó mi abuelo”. Al morir Batres, mi padre tenía 16 años, algo debió de contarle sobre su intensa actividad.

Imagen: Pintura de Octavio Biaqui y Sánchez (1872-1936) de Leopoldo Batres, 1912. Foto: Archivo Batres.

Elvira Pruneda. Restauradora de material gráfico del Centro INAH Morelos de 1986 a 2018. En 2000 recibió en custodia el Acervo Leopoldo Batres (1852-1926). Estudió la maestría en historia en el CIDEHM.

Esta publicación puede ser citada completa o en partes, siempre y cuando se consigne la fuente de la forma siguiente:

Pruneda, Elvira, “Conservar para revivir a Leopoldo Batres”, Arqueología Mexicana, núm. 177, pp. 60-65.