Pasaron los años. El Templo Mayor se conocía en todo el mundo. Los hallazgos continuaron hasta la fecha, sorprendiendo a tirios y troyanos. De repente, en la madrugada del 20 de agosto de 1999, un carro que había sido robado era manejado por un policía del Distrito Federal.
Transitaba a gran velocidad por la calle de Guatemala, de oriente a poniente, lo que lo llevó a romper la reja de la zona arqueológica para irrumpir violentamente por la parte posterior del Templo Mayor. El carro voló ocho metros para caer sobre pisos de estuco y escalinatas prehispánicas con el daño consiguiente. Al borracho chofer no le pasó nada, pero salió libre por lo que el juez consideró “daños a particulares” o algo así.
Aunque los dioses protestaron nadie los escuchó, pero el carro quedó destrozado al igual que el cuerpo de la diosa Coyolxauhqui. ¿La marca del vehículo? ¡Chevrolet! ¿Y las placas? 964FFJ (nótese que el carro anterior era 963). El carro fue retirado por una grúa gigantesca.
De todo lo anterior se desprenden varias cosas: o la Chevrolet algo se trae contra el Templo Mayor, o el Templo Mayor algo se trae contra la Chevrolet.
Texto tomado de la revista Alquimia, Sistema Nacional de Fototecas, núm. 9, 2000, pp. 39-40. Viene a cuento reproducirlo en este momento en que el Proyecto Templo Mayor cumple 44 años de haberse iniciado, allá por 1978.
Imagen: Templo Mayor, ciudad de México, 20 de agosto de 1999. Foto: Eduardo Matos Moctezuma.
Eduardo Matos Moctezuma. Maestro en ciencias antropológicas, especializado en arqueología. Fue director del Museo del Templo Mayor, INAH. Miembro de El Colegio Nacional. Profesor emérito del INAH.
Esta publicación puede ser citada completa o en partes, siempre y cuando se consigne la fuente de la forma siguiente:
Matos Moctezuma, Eduardo, “Los carros del Templo Mayor”, Arqueología Mexicana, núm. 174, pp. 82-83.