Xavier Noguez
De la tlacuilolli (arte de pintar códices) de los nahuas establecidos principalmente en la cuenca lacustre del centro de México y sus alrededores no poseemos ejemplos de certero origen prehispánico. Sin embargo, en la etapa colonial temprana se dio un gran momento de producción de documentos pictográficos, con muy diversas presentaciones y contenidos.
A nuestra colega, la maestra Perla Valle Pérez (q.e.p.d.)
En pocas ocasiones se ha enfatizado con suficiencia una de las características más importantes de las culturas que florecieron en nuestro territorio antes de la llegada de los europeos: la existencia de verdaderos libros y su uso sistemático en varias regiones de nuestro país, así como sus lugares de depósito o bibliotecas (amoxcalli o amoxpialoyan). En definitiva, los antiguos mexicanos desarrollaron una cultura que tuvo como una de sus principales bases los “libros pintados”. Como afirma el doctor Miguel León-Portilla, usando un término en náhuatl, Mesoamérica, el conjunto de culturas prehispánicas y coloniales tempranas que florecieron en el centro y sureste de México, fue una amoxtlalpan, una “tierra firme de libros”.
En este texto haremos una breve revisión de un grupo de pictografías de la etapa colonial, elaboradas por portadores de cultura náhuatl, que se asentaron en la cuenca lacustre del centro de México y sus contornos. Sabemos que la tlacuilolli (el arte de pintar códices) de los nahuas se extendió por un territorio más vasto, antes y después de la llegada de los españoles, sin embargo, su simple enumeración y breve descripción de los más sobresalientes ejemplos tomaría el resto del espacio de este artículo.
Asombrosamente, no conocemos ningún ejemplo de códice de certero origen prehispánico, realizado por comunidades de habla náhuatl (o alguna otra), establecidos en la región previamente mencionada. Sin embargo podemos reconstruir, con certidumbre, las formas y contenidos de las antiguas pictografías gracias a la existencia de copias hechas, con diferente grado de aculturación europea, durante las primeras décadas de la etapa de dominación hispana. Tales son los casos del Códice Borbónico, el Tonalámatl de Aubin, para las pictografías calendárico-rituales; la Tira de la Peregrinación o Códice Boturini para los códices de contenido histórico; la Matrícula de Tributos y el Códice Mendoza o Mendocino para el cómputo tributario, o el Plano Parcial de la Ciudad de México para el registro catastral. Este último es el que más podría acercarse a la categoría de prehispánico, aunque exhibe datos genealógicos de los gobernantes de Tenochtitlan hasta aproximadamente 1560, asunto que, en favor de su antigua confección, se ha interpretado como una adición tardía. La Matrícula de Tributos y la segunda sección del Códice Mendoza poseen suficientes semejanzas como para pensar seriamente que se derivaron de un prototipo que debió de haber existido en alguna amoxpialoyan tenochca.
Noguez, Xavier, “Los códices nahuas del centro de México”, Arqueología Mexicana núm. 109, pp. 38-44.
• Xavier Noguez. Profesor-investigador de El Colegio Mexiquense. Sus áreas de investigación son los estudios de códices del centro de México, la iconografía mexica prehispánica y el arte y la cultura indocristianos.
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