En México, las cimas nevadas son excepcionales. En el Altiplano Central no hay más de tres montañas con hielos perennes y en invierno apenas una docena más se cubre por nevadas ocasionales; este paisaje fue sacralizado desde tiempos remotos. Recientemente surgió una arqueología especializada en esos agrestes parajes, la cual se conoce como “arqueología en alta montaña”, disciplina poco conocida que muestra cómo se desarrollaron los adoratorios en alturas que sobrepasan la posibilidad biológica de la supervivencia humana. Por arriba de los 4 000 msnm no se puede desarrollar la masa forestal pues las condiciones de baja temperatura marcan el límite natural para el crecimiento arbóreo, límite que es fácilmente perceptible en el paisaje. Los materiales arqueológicos localizados por arriba de esta cota demuestran la capacidad de quienes antiguamente realizaban cultos por superar fronteras naturales, mucho antes de que las modernas técnicas del alpinismo se aventuraran a conquistar las más altas cumbres. Entre los sitios arqueológicos situados en las cúspides se encuentran el Iztaccíhuatl, el Nevado de Toluca y la Sierra Negra. Aunque en el Popocatépetl y en el Pico de Orizaba la actividad volcánica borró toda huella, no obstante hemos registrado en sus laderas sitios arqueológicos escalonados que consideramos eran parte de la ruta de ascenso a la cima.
Tomado de Ismael Arturo Montero García , “Los grandes volcanes y la arqueología”, Arqueología Mexicana, núm. 95, pp. 46 - 53.
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