Los primeros esfuerzos de conservación en Tenayuca

Beatriz Zúñiga Bárcenas

En el norte de la Cuenca de México, al pie de la Sierra de Guadalupe, se levanta el sitio arqueológico de Tenayuca. Lo que parecía un cerrito de tierra en medio del paisaje rural de San Bartolo Tenayuca permaneció oculto durante centurias, casi olvidado, hasta que, a principios del siglo XX, capturó la atención de investigadores que sospechaban que bajo esa elevación se encontraba un templo representativo de la arquitectura religiosa mexica.

Tras la llegada de los españoles, gran parte de los pobladores de Tenayuca se desplazaron hacia otras tierras, atraídos por el crecimiento de haciendas y ranchos, donde se emplearon como agricultores. Resultado de este acontecimiento, a diferencia de otros centros prehispánicos, San Bartolo Tenayuca no sufrió grandes transformaciones, lo que permitió que el templo se conservara casi intacto bajo la tierra.

Antes de que iniciaran las excavaciones científicas, había voces que pedían la protección de los vestigios de San Bartolo Tenayuca. La Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, una de las instituciones científicas más influyentes del siglo XIX, incluyó este sitio en un diagnóstico sobre el estado de los monumentos antiguos. En su acta de la reunión celebrada el 4 de junio de 1858, quedó manifiesta su preocupación y la solicitud para pedir a las autoridades vigilancia y evitar la destrucción, la cual comenzaba a manifestarse por la extracción de piedra que practicaban algunos de sus escasos habitantes. Aunque en respuesta se negó la existencia de daños, esta petición fue, en términos históricos, el primer reconocimiento formal de su valor patrimonial.

En ese tiempo, el terreno que ocupaban los vestigios, conocido como El Sitio, fue adjudicado a particulares, como parte del proceso de desamortización de bienes comunales. Así, al comienzo del siglo XX, el templo prehispánico seguía invisibilizado por el paisaje, pero comenzaba la amenaza de la sustracción de piedra para la construcción de las primeras viviendas.

En 1914, la Inspección de Monumentos Arqueológicos, encabezada por Manuel Gamio, informó a los dueños de Tenayuca que el sitio estaba protegido por la Ley de Monumentos Arqueológicos, de 1897. Esta legislación señalaba que todos los monumentos arqueológicos del país pertenecen a la nación y que nadie podía explorarlos, moverlos o restaurarlos sin autorización del gobierno federal. Gracias a ello, desde ese año, Tenayuca quedó reconocido oficialmente como monumento arqueológico. Ante las restricciones impuestas, uno de los propietarios solicitó formalmente, en agosto de 1919, la delimitación del área arqueológica. En respuesta, se trazó un polígono de 5 870 metros cuadrados, que cubrían la superficie del cerrito.

Así, se explica que ahora sólo vemos el monumento aislado, a pesar de que la ciudad antigua se extendía más allá. No obstante, el sitio de Tenayuca dejó de ser un terreno privado en riesgo, para convertirse, legal y físicamente, en un patrimonio arqueológico protegido.

Beatriz Zúñiga Bárcenas. Arqueóloga por la ENAH. Maestra en Diseño para la Rehabilitación, Recuperación y Conservación del Patrimonio Construido por la UAM-A. Investigadora del Centro INAH Estado de México.

Tomado de Beatriz Zúñiga Bárcenas, “Tenayuca, patrimonio recuperado. A 100 años del inicio de su investigación”, Arqueología Mexicana, núm. 195, pp. 84-91.