En las cotas más bajas de la cuenca se formó un sistema lacustre sobre terrenos más o menos impermeables con distintas características geológicas. La erosión glacial, pluvial y fluvial rellenó los lagos con sedimentos que fueron disminuyendo la profundidad de los mismos.
Hacia el sur apareció un sistema de cinco lagos de calidades diferentes que luego fueron denominados como los de Zumpango, Xaltocan, Texcoco, Xochimilco y Chalco. En la parte noreste de la cuenca quedaron lagos aislados como los de Tecocomulco, Apan y Tóchac.
Todos ellos han disminuido su extensión y profundidad debido a procesos naturales, pero, sobre todo en tiempos históricos, a causa de la actividad humana. Dichos cuerpos lacustres contuvieron aguas de distinta calidad en función de los suelos que ocuparon, los aluviones que recibían y la cantidad y calidad de aguas que los alimentaban; los lagos septentrionales tenían agua de mayor salinidad que los meridionales, lo que tendría consecuencias importantes en los grupos humanos que se asentarían en sus orillas.
En lo referente a la zona de Coyoacán, dos eran los cuerpos lacustres que la ceñían por su parte oriental: los lagos de Texcoco y Xochimilco. El primero era de aguas salobres en tanto que el segundo de aguas dulces. Las obras hidráulicas emprendidas por los pobladores de sus riberas fueron determinantes en su control y aprovechamiento.
Imagen: Los cinco lagos de México a la llegada de los europeos. Ilustración: Jaime Abundis.
Jaime Antonio Abundis Canales. Autodidacta, trabajador del INAH desde 1975.
Esta publicación puede ser citada completa o en partes, siempre y cuando se consigne la fuente de la forma siguiente:
Abundis Canales, Jaime Antonio, “Coyoacán, entre volcanes y lagos. El territorio prehispánico y del siglo XVI”, Arqueología Mexicana, núm. 184, pp. 14-23.