En la India la sexualidad ha jugado un papel significativo desde la época védica, pero no fue hasta el surgimiento del tantrismo, hacia el siglo VI , que las prácticas sexuales fueron consideradas un medio para obtener la perfección espiritual y la absoluta libertad, tanto en el hinduismo como en el budismo vajrayana .
Para los tántricos, el sexo es usado como un medio de realización, no es ni inmoral o moral, es amoral. La unión sexual o maithuna es la última y más importante de una serie de técnicas corporales y de meditación yóguicas. Tal unión puede ser llevada a cabo espiritualmente (mediante una imagen divina construida mentalmente y proyectada frente del practicante) o físicamente con la esposa. En contraste con este tantrismo de la mano derecha, el tantrismo de la mano izquierda requiere de una compañera de casta baja o una cortesana. Mientras más depravada sea la mujer, más adecuada será para el ritual. Los textos tántricos están hechos generalmente en un lenguaje “intencional”, sagrado, oscuro, ambiguo, en el cual se expresa un estado de conciencia con términos esotéricos y significado sexual.
El rito tántrico hindú más conocido es el de los cinco sacramentos o panchamakara, que se refieren a la utilización de elementos prohibidos: el licor, madya ; la carne, mamasa ; el pez, matsya ; un grano tostado, mudra , y el coito, maithuna. El practicante tántrico se llama sadhaka y el ritual sadhana , el fin principal del cual es acelerar las fuerzas latentes en el organismo humano para llegar a una experiencia máxima de gozo y unidad. A pesar de que todos los rituales son ejecutados como actos simbólicos, el del tántrico es definido: poder traer alteraciones de la conciencia, y, por lo tanto, se convierte en fuente de manifestación de ese poder.
No quiero terminar este texto sin mencionar a la región de Nueva Guinea, que es rica en ejemplos acerca de la peligrosidad de las emanaciones corporales de la mujer y de la fuerza del semen. Hay varios temas recurrentes que son expresiones de esta oposición entre poderes y esencias masculinas y femeninas. Uno de éstos es la restricción de los contactos con las emanaciones de los poderes generativos de las mujeres, particularmente de la sangre menstrual, que contamina a los hombres y con la que, a su vez, los hombres pueden contaminar a las mujeres.
Otro tema recurrente es la incidencia de conducta homosexual masculina institucionalizada en las culturas de Nueva Guinea, que se extiende desde la costa de Papua, a través de la planicie, hasta el altiplano del sur y del oriente.
Algunos prolongados ritos de iniciación-separación de los niños de sus madres y de su entorno femenino incluyen un sangramiento de la nariz o del pene, lo cual es una emulación –implícita o encubierta– de la menstruación y de la felación de los hombres adultos. Se cree que el semen acumulado inyectado de tiempo en tiempo, durante años, es crucial para la masculinidad biológica y el comportamiento masculino. Hay rígidas reglas en relación con estos rituales de felación. En algunas tribus se practicaba también la pederastia homosexual como actividad previa a las relaciones con la mujer. En algunas tribus cuando el hijo cumple diez u once años el padre escoge a la pareja adecuada para la inseminación.
Tomado de Yolotl González Torres, “Sexualidad y religión”, Arqueología Mexicana núm. 104, pp. 70-75.
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