San Miguel Arcángel y tepeíhuitl

Hernán Salas Quintanal

La fiesta de San Miguel del Milagro. Naturaleza y cultura

Todos saben que la madrugada del 29 de septiembre el sol ilumina la Pirámide de Las Flores porque ése era el lugar sagrado de los antiguos habitantes, que ese día, al salir el sol, hacían un ritual de fertilidad y sanación. En Xochitécatl, centro ceremonial enclavado en la cima de un volcán extinto, orientado y ubicado deliberadamente entre los volcanes Iztaccíhuatl, Popocatépetl y La Malinche, los rituales se realizaban en un lugar especial, con asociaciones naturales cargadas de simbolismo, vista a los volcanes, al valle y al espacio sideral, con elementos rituales, ofrendas, altares, fogatas, vasijas, incensarios, figurillas. Un día las actividades cotidianas se detenían y sobre la pirámide, en medio de la contemplación del paisaje cultural descrito, se llevaban a cabo ceremonias que buscaban combatir el mal, proteger a la población, procurar la fertilidad de los campos y del agua. Serra et al. (2001, pp. 82-83) encuentran en diversas fuentes la concordancia entre la fiesta de San Miguel y el inicio del mes prehispánico de tepeíhuitl, “fiesta de los cerros”. La Malinche, volcán femenino, es la montaña benefactora, sostenedora, madre tierra, fértil, la que da lluvia, donde se “arman los nublados”. Hasta aquí acudía la gente del valle para idolatrar a los dioses de las lluvias, la Matlacueye y Tláloc.

La fiesta es reflejo de un mestizaje temprano en la Colonia, cuando los dioses prehispánicos fueron objeto de múltiples equivalencias y traslapes. Por la similitud entre ambas creencias, las fechas de las celebraciones cristianas mantuvieron una cercanía con los tiempos en que se oficiaban los rituales prehispánicos, y ambos cultos convivían con los rituales agrícolas y las prácticas médicas (Jarquín, 2010, pp. 16 y 28). No es casualidad que el arcángel sea una imagen sincrética de un dios guerrero que simboliza tanto el sacrificio como la fertilidad. A partir de evidencias arqueológicas se ha inferido que en los rituales de sacrificio a las montañas –en este caso a La Malinche, en la Pirámide de las Flores– y la alineación del sol saliente el 29 de septiembre –lo que se ha llamado “geografía sagrada” (Serra, 2005, p. 344)– hay una continuidad de los rituales cristianos respecto a una celebración que tenía lugar desde antes de la llegada de los españoles.

 

Hernán Salas Quintanal. Doctor en antropología. Investigador del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM. Ha estudiado las sociedades campesinas y rurales.

Salas Quintanal, Hernán, “La fiesta de San Miguel del Milagro. Naturaleza y cultura”, Arqueología Mexicana, núm. 117, pp. 64-70.

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