Semblanza de Alfonso Caso

Blanca M. Jiménez P. y Samuel L. Villela F.

"Su paso de la filosofía a la historia y, dentro de la historia, a la investigación arqueológica, indica hasta qué punto le interesaba, no solamente el espectáculo de las ideas expuestas con claridad, sino el deseo de hallar en cada sepulcro, en cada templo y en cada jeroglífico, mudos para otros, los testimonios de una evolución coherente del pensamiento humano."
Jaime Torres Bodet

Alfonso Caso y Andrade es una de las figuras primordiales de la antropología mexicana en el periodo que va de los años treinta a los cincuenta. Abogado de profesión, Caso se adentró paulatinamente en la historia antigua de México, y ya como arqueólogo, realizó connotados descubrimientos y aportes. Su labor en el desciframiento de los códices mixtecos permitió avanzar sensiblemente en la propuesta metodológica de interpretación general de los códices mesoamericanos. Fundador de las principales instituciones culturales de investigación y aplicación de la antropología (el Instituto Nacional de Antropología e Historia –INAH–, y el Instituto Nacional Indigenista –INI–, al frente de éste pasó los últimos 20 años de su vida), del doctor Caso podría decirse, grosso modo, que ha sido uno de los antropólogos integrales más notables en el último medio siglo de la antropología mexicana. 

La vida y obra de una personalidad tan sobresaliente no puede aquilatarse en el breve espacio de que disponemos, por lo cual presentaremos las líneas generales que caracterizaron su quehacer antropológico. 

LAS FACETAS DE UN ARQUEÓLOGO 

Alfonso Caso y Andrade nació el 1 de febrero de 1896, y murió el 30 de noviembre de 1970.  

Cuatro son las principales facetas que pueden caracterizar su obra: 1) como renombrado arqueólogo; 2) interpretando la iconografía mixteco-zapoteca en sus estelas y códices, de lo cual derivó una propuesta metodológica para su desciframiento; 3) fundador de las principales instituciones de investigación antropológica y de antropología aplicada, y 4) su labor en favor del indígena, al crear y fungir como director del Instituto Nacional Indigenista. Si bien también fue ministro de Estado (secretario de Bienes Nacionales e Inspección Administrativa durante el gobierno alemanista) y rector de la Universidad Nacional Autónoma de México, nos ocuparemos aquí, sobre todo, de los tres primeros aspectos arriba enunciados. 

DE ABOGADO A ARQUEÓLOGO 

Durante una excursión a Xochicalco con un grupo de amigos, se despertó en él un profundo interés por el México antiguo, hecho que lo impulsó a tomar cursos sobre arqueología en la Escuela de Altos Estudios (hoy Facultad de Filosofía y Letras) de la Universidad Nacional, siendo alumno de Hermann Beyer. El fruto inicial de sus investigaciones se dio en 1925 con su primer artículo sobre un tema histórico, “Un antiguo juego mexicano: el patolli”. Su primer artículo de tema arqueológico lo escribió en 1927: “Nota arqueológica sobre las ruinas de Tizatlán, Oaxaca”. También en ese año fundó la Revista Mexicana de Estudios Antropológicos. 

De 1929 a 1943 fue profesor de Arqueología Mexicana en la Facultad de Filosofía y Letras. Una vez incorporada la Escuela Nacional de Antropología e Historia al INAH, impartió ahí el mismo curso. 

PRIMERAS PUBLICACIONES 

Uno de sus primeros aportes en arqueología fue su estudio sobre las estelas zapotecas. El análisis de los signos contenidos en ellas le serviría tanto para profundizar en la interpretación de los códices como para descifrar la glífica de los objetos encontrados en posteriores excavaciones. Como resultado de este trabajo iconográfico, en 1929 publicó el primero de sus trabajos fundamentales: Las estelas zapotecas. 

Para 1930, siendo jefe del Departamento de Arqueología del Museo Nacional, realizó la descripción de los códices existentes en su acervo. De ese primer acercamiento a los documentos pictográficos surgiría el que, a decir de varios estudiosos (Ignacio Bernal, Dudley T. Easby), ha sido su principal aporte científico dentro del conocimiento del México antiguo: el desciframiento de los códices mesoamericanos. Su primer artículo sobre esta temática fue “Un códice otomí”. 

EL REGALO DE LOS DIOSES 

En 1931 inició sus exploraciones en Monte Albán. Varios factores contribuyeron a que, como dijera Fernando Benítez, los dioses le hicieran tan tempranamente un regalo: la Tumba 7. En las excavaciones fue asistido por varios investigadores posteriormente renombrados (Ignacio Bernal, Jorge R. Acosta); entre ellos se encontraba también una investigadora que haría historia en la arqueología mexicana, aunque por diferentes motivos: Eulalia Guzmán. 

El 2 de febrero de 1932 Alfonso Caso hizo el anuncio público de sus descubrimientos en la Tumba 7, que lo harían mundialmente famoso. Las técnicas empleadas y el cuidadoso levantamiento arqueológico reafirmaron las pautas técnicas para coadyuvar en la rigurosidad científica de la arqueología mexicana. La exploración arqueológica en Monte Albán se prolongaría hasta 1943. Fruto de esta labor fue el descubrimiento de 185 tumbas, la reconstrucción de la plaza ceremonial y la propuesta de una periodización por etapas para el desarrollo del sitio, que después extendería para el área mesoamericana. 

Íntimamente vinculada con el trabajo de campo, prosiguió su tarea de interpretación de los códices. A causa de la información extraída de sus exploraciones arqueológicas, Alfonso Caso se vio en la necesidad de adentrarse en el desciframiento de los documentos pictográficos mixtecos. Antes que él, Edward Seler había propuesto que estos códices tenían un contenido mítico. El arqueólogo mexicano se encargó de demostrar que dicho contenido era histórico, lo cual le permitió reconstruir la genealogía de tres mil señores mixtecos y la historia de sus dinastías a lo largo de 950 años. Así, elaboró una de sus obras nodales: Reyes y reinos de la Mixteca, publicada póstumamente en 1977. En relación con esto, avanzó en el conocimiento de los calendarios mesoamericanos, sin lo cual sería imposible comprender la cronología histórica plasmada en los códices, y que posibilitaría reconstruir esos dilatados periodos. Su obra Calendarios prehispánicos (1967), fue el resultado de sus avances en este campo. 

A lo largo de su vida académica, Alfonso Caso realizó la descripción de innumerables documentos pictográficos. Para la interpretación de los llamados códices del grupo Borgia realizó un inventario de su glífica a partir de cientos de tarjetas donde describió todos y cada uno de los elementos iconográficos, para poder compararlos y encontrar sus afinidades y diferencias. En dicha labor fue asistido por Alberto Ruz, Eulalia Guzmán, Heinrich Berlin, Hugo Moedano y la señorita Ortiz Rubio. La descripción y análisis del Mapa de Teozacoalco, que fue su Piedra de Roseta, hizo posible llevar a buen fin el análisis de las genealogías e historia contenidas en los códices mixtecos, 

En 1936 había escrito La religión de los aztecas, antecedente de lo que sería uno de sus libros más leídos y populares: El Pueblo del Sol (1953). 

CREACIÓN DEL INAH Y EL INI 

En 1938 formuló, junto con Manuel Gamio y José Reygadas, la propuesta para la creación del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), logrando que se expidiera una ley para su creación, teniendo personalidad jurídica y patrimonio propios, con subsidio federal. Una vez fundado el INAH (1939), fue su director hasta 1944. Realizó las gestiones necesarias para incorporar la Escuela Nacional de Antropología e Historia al Instituto, ya que por entonces aquélla, con otro nombre, dependía del Instituto Politécnico Nacional. 

En 1942 tuvo una destacada participación en el debate para deslindar lo que debería entenderse por “lo olmeca”. Durante una Mesa Redonda sobre olmecas y mayas, en la cual Miguel Covarrubias propuso una serie de rasgos estilísticos para definir lo característico de la llamada “cultura madre”, Caso, junto con Wigberto Jiménez Moreno y otros investigadores, redondearon la propuesta y señalaron los elementos básicos para el análisis de aquella cultura. 

Otra de sus obras mayores fue Los tesoros de Monte Albán, publicada en 1969, donde recuperó y sintetizó el resultado de sus exploraciones. 

RECONOCIMIENTO Y HOMENAJES 

Alfonso Caso fue objeto de innumerables homenajes, los cuales se iniciaron poco después de sus descubrimientos en la Tumba 7 y continuarían a lo largo de su trayectoria académica. Uno de los últimos reconocimientos que recibió, pocos días antes de morir, fue el Premio Fray Bernardino de Sahagún, otorgado por el Instituto Nacional de Antropología e Historia. 

Obtuvo numerosos nombramientos y distinciones, entre los cuales cabría destacar sus doctorados Honoris Causa por la Universidad Nacional Autónoma de México (1933), la Universidad de Albuquerque (1942) y la Universidad de Yucatán (1948). Perteneció, desde 1943, a El Colegio Nacional. Habiendo desarrollado una parte sobresaliente de su obra en el estado de Oaxaca, fue designado Profesor Honorario del Instituto de Ciencias y Artes del estado de Oaxaca (1948) y recibió la Medalla Oaxaca (1957). Fue socio fundador, en 1959, de la Sociedad Mexicana de Antropología, la cual sigue siendo hasta ahora uno de los principales foros académicos para los antropólogos mexicanos. Fue miembro activo y honorario de incontables sociedades científicas, tanto a nivel nacional como internacional. En 1960 recibió el Premio Nacional de Ciencias y Artes. 

EPÍLOGO 

Como habrá podido verse, la obra de Alfonso Caso fue profunda, vasta y prolífica, por lo cual aquí hacemos un sencillo reconocimiento a sus aportes científicos y a su intenso compromiso institucional y político –como responsable, en su tiempo, de dirigir la política indigenista del Estado mexicano– con el destino de los herederos de aquellas grandes culturas. 

Para leer más… 

Caso, Alfonso, Los calendarios prehispánicos, Serie Cultura Náhuatl, Monografías 6, Instituto de Investigaciones Históricas, unam, México, 1967. 
_____, Reyes y reinos de la mixteca, Fondo de Cultura Económica, México, 1977. 
_____, El tesoro de Monte Albán, Memorias del inah 3, México, 1969. 

Blanca M. Jiménez P. Licenciada en Administración por la UNAM. Pasante de Etnología por la ENAH. Responsable de los fondos documentales del IIA de la UNAM, entre ellos el Fondo Caso.
Samuel L. Villela F. Maestro en Etnología por la ENAH. Investigador de la Dirección de Etnología y Antropología Social del INAH.

Tomado completo de Blanca M. Jiménez P. y Samuel L. Villela F., “Semblanza de Alfonso Caso”, Arqueología Mexicana, núm. 19, pp. 52-57.