En diversos pueblos de la sierra zapoteca del sur de Oaxaca, así como en la región montañosa y costeña de la Mixteca dentro del mismo estado, existen numerosos relatos sobre el origen y la fundación de las comunidades en las que diversos seres sagrados o animales míticos tienen un papel importante en la conformación de dichas entidades. Estas historias proceden, sin duda, de antiguas tradiciones prehispánicas que fueron enriquecidas con el paso del tiempo por nuevas influencias y elementos culturales europeos.
No obstante, pocos son los relatos que quedaron registrados en documentos anteriores a la llegada de los españoles en los que se recogen discursos sobre el origen del mundo indígena, libres de cualquier injerencia occidental. Una de estas narrativas se encuentra plasmada en el llamado Códice Vindobonensis o Códice de Viena, pictografía mixteca elaborada durante el Posclásico Tardío en uno de los centros de poder de mayor prestigio e importancia en la región: Tilantongo. En este códice se plasma una larga relación mítica sobre el principio del universo mixteco, así como de los dioses, la geografía sagrada, el tiempo, los seres humanos y los gobernantes.
Uno de los eventos trascendentales dentro de esta larga narración pictórica sobre la cosmogonía mixteca se encuentra en la lámina 47 del Códice Vindobonensis, en donde la gran deidad creadora, 9 Viento, Tachi (viento en mixteco), carga en sus hombros las aguas primordiales que alimentarán ríos, lagunas, manantiales, pozos, lagos e, incluso, mares y océanos. En efecto, según este manuscrito, 9 Viento lleva sobre su espalda el gran cielo que derrama las aguas que serán distribuidas en toda la región Mixteca, espacio geográfico que es denominado, hasta hoy en día, como Ñuu Dzavui o Ñuu Savi (“el pueblo de la lluvia” o “el pueblo del dios de la lluvia”).
Al centro de la lámina 47, el Cerro de la lluvia (Yucuñudahui) recibe las aguas primigenias al lado de un grupo de lugares con aspectos vinculados al vital líquido, tales como ríos o lagunas cuyas imágenes tienen forma de recipientes con agua; o bien, se representa también el agua que fluye o corre para formar olas que seguramente hacen alusión al mar.
Tomado de Manuel A. Hermann Lejarazu, "Koo ucha xini. Seres de tormentas", Arqueología Mexicana, edición especial, núm. 121, pp. 20-22.