Alrededor del tema de la migración mexica existen varios códices o documentos pictográficos cuyo relato también se ha registrado en fuentes alfabéticas, algunas anónimas, escritas en náhuatl o en español. No obstante, no hay un documento igual a otro, sino diferentes versiones de un mismo tema. Es lo que explica que en ciertas fuentes los mexicas salgan de Aztlan y en otras lo hagan de Chicomóztoc; que un lugar tan importante como Coatépec (donde nace el dios Huitzilopochtli) esté ausente en varias de estas versiones; que los protagonistas de los documentos sean tan diferentes en un relato y en otro, o que las rutas hacia la isla de México sean tan distintas en cada códice o crónica.
Este ensayo tiene como propósito abordar los lugares de origen que aparecen en las fuentes de la migración mexica y las implicaciones que tenía venir de un lugar o de otro. Como se ha dicho, hay códices donde Aztlan es el punto de partida, mientras que en otros es Chicomóztoc, aunque también hay versiones pictóricas en la que ambos sitios están incorporados, provocando que uno de estos lugares de origen se convierta en uno de paso. Se analizará, asimismo, cómo los mexicas moldearon y apuntalaron su identidad en torno a estos lugares.
Las fuentes siempre ubican Aztlan y Chicomóztoc en un lejano norte, lo suficientemente impreciso para que no se puedan localizar. Es lo que se aprecia en cierto pasaje de la obra de fray Diego Durán, en el que se dice que Moctezuma Ilhuicamina decidió enviar gente a Aztlan para ver qué lugar era ese del que ellos decían proceder (1440-1469). Quien lo asistía le advirtió entonces que dicho viaje no era para hombres de fuerza ni valentía (guerreros), sino para “brujos, encantadores o hechiceros”. O sea, sacerdotes con la capacidad de transformarse y viajar a través de la mente, que es como la fuente detalla que llegaron hasta allí. Lo mismo se ve que sucede con Chicomóztoc en la Historia Tolteca-Chichimeca (f. 16r), cuando los protagonistas de ese documento se vieron obligados a retornar al lugar del que habían salido. Lo hicieron en calidad de sacerdotes, de ahí que en la escena aparezcan con el cuerpo pintado de negro. Veamos qué lugares eran éstos, de los que algunos pueblos del centro de México decían proceder.
Chicomóztoc se traduce como “en la cueva siete”, pero como su topónimo se suele representar por una gran cueva con siete oquedades, es por lo que acostumbramos a traducirlo como “en las siete cuevas”. La Historia Tolteca- Chichimeca muestra la cueva como un ente vivo que albergaba vida y, por ende, estaba caliente. Para sacar a los pueblos que vivían en su interior, y bajo la tierra, se requirieron de varios rituales, los cuales culminaron con la apertura de su entrada. Estos pueblos son los que de manera genérica se conocen como chichimecas. Las fuentes son unánimes al describirlos vestidos de pieles animales, portando arco, carcaj, flechas y bolsas de red. Es decir, como cazadores y, por tanto, como reputados guerreros, en tanto que la caza era una actividad que se equiparaba con la guerra. Sus dioses, como Mixcóatl, Camaxtle o Itzpapálotl, fueron los que instruyeron a los chichimecas en el arte de la cinegética.
Aztlan ha sido siempre un lugar más problemático de definir. Suele dibujarse como un islote con el topónimo de Culhuacan (el cerro de cima torcida) en su otra orilla. Es por lo que Seler (1985, p. 326) dijo que estábamos ante una proyección de Tenochtitlan y su entorno hacia el pasado, ya que, al sur de la capital tenochca, y cruzando las aguas, también estaba el sitio de Culhuacan. A partir de ahí, varios investigadores defendieron que el propósito de representar Culhuacan en el origen de la historia era vincular a los aztecas con el mundo tolteca, pues algunas crónicas sostienen que tras la caída de Tula (estado de Hidalgo), esta ciudad se convirtió en su heredera.
Tomado de María Castañeda de la Paz, “Aztlan y Chicomóztoc. Lugares de origen que fortalecen la identidad”, Arqueología Mexicana, edición especial, núm. 124, pp. 22-27.

