Vistas de antiguos monumentos mayas Litografías de Frederick Catherwood, 1839-1841. Lámina XXII. Teocalli, en Chichén Itzá (Litógrafo A. Picken)
Las ruinas de Chichén Itzá quedan a nueve leguas de la ciudad de Valladolid. Se encuentran en una hacienda que lleva el nombre de la antigua ciudad.
El Camino Real a Valladolid atraviesa el campo donde están las ruinas. Los grandes edificios se levantan a ambos lados del camino a plena vista de cualquier transeúnte, y debido al hecho de que este camino es muy transitado, las ruinas de Chichén son quizás más conocidas en general por la gente de la región que todas las demás de Yucatán.
La lámina representa el Castillo, el primer edificio que se ve al acercarse a las ruinas, y que es, desde cualquier punto de vista, lo más grandioso y llamativo que resalta en la planicie. En la base el montículo mide 60 m en los lados norte y sur, y 61.5 m en los lados este y oeste.
No ve exactamente a los puntos cardinales, aunque probablemente eso era lo que se pretendía, y en todos los edificios, por alguna causa no fácil de explicar, mientras uno varía 10 grados en una dirección, el inmediatamente contiguo varía 12 o 13 grados en la otra. Se yergue, aparentemente sólido, desde la planicie hasta una altura de 22.86 m.
Sobre la cara oeste hay una escalera, de 11.3 m de ancho; en el lado norte, que es el que se presenta en el grabado, hay otra escalinata de 13.4 m de ancho, con 90 escalones. Sobre el suelo, al pie de esta escalinata, formando un destacado, espectacular y bien concebido comienzo para esta excelsa estructura, hay dos colosales cabezas de serpientes, de 3 m de largo, con fauces bien abiertas y lenguas salientes, como se muestra en el fragmento que está en el primer plano del dibujo: sin duda eran emblemáticas de alguna creencia religiosa.
La plataforma en la cima del montículo mide 18.6 m de norte a sur y 19.5 m de este a oeste; y el edificio mide, en las mismas direcciones, 13.1 m y 14.9 m respectivamente. Hay entradas individuales dando hacia el este, sur, y oeste, con grandes dinteles de madera de zapote cubiertos de elaboradas tallas, y las jambas de piedra están ornamentadas con figuras.
La escultura está muy desgastada, pero aún permanecen los tocados, ornamentados con penachos de plumas, así como partes de los ricos atuendos. La cara de una de las figuras está bien preservada, y tiene una digna apariencia; tiene orejeras y la nariz perforada, lo que, de acuerdo con los relatos históricos, era en Yucatán una costumbre tan arraigada, que mucho después de la conquista los españoles expidieron leyes para prohibirla. Todas las demás jambas están decoradas con escultura de la misma naturaleza general, y todas las puertas abren a un corredor de 1.82 m de ancho, que se extiende rodeando tres lados del edificio.
Traducción de texto y láminas: Gabriela Uruñuela Ladrón de Guevara
Imagen: El Castillo de Chichén Itzá. Lámina XXII de Catherwood. Reprografía: Marco Antonio Pacheco / Raíces.
Frederick Catherwood. Catherwood acompañó a Stephens en dos travesías (1839-1840 y 1841) por las ruinas arqueológicas de Centroamérica y México, y los relatos de sus odiseas tuvieron un gran éxito. Catherwood, empezó trabajando como dibujante, primero en las excavaciones en el Foro Romano, en 1821, y posteriormente, entre 1823 y 1833, como parte de la Robert Hay Egyptian Expedition, donde adquirió práctica en la topografía, la ilustración arquitectónica y el registro de jeroglíficos.
Esta publicación puede ser citada completa o en partes, siempre y cuando se consigne la fuente de la forma siguiente:
Catherwood, Frederick, “Vistas de antiguos monumentos mayas Litografías de Frederick Catherwood, 1839-1841. Lámina XXI. Las Monjas, Chichen Itzá (Litógrafo G. Moore)”, Arqueología Mexicana, Edición especial, núm. 106, pp. 73-75.