Se tata de una dama que alza los brazos en oración y adoración; su rostro se ilumina con una risa que comparte el lenguaje de la magia, como un sortilegio. Esta figurilla pertenece a un grupo localizado en las inmediaciones de los ríos Blanco y Papaloapan, cuya característica distintiva es la expresión facial que les valió el nombre de “caritas sonrientes”. Esta risa, poco representada en el arte prehispánico, es enigmática, y ha llamado la atención de arqueólogos, antropólogos, filósofos y artistas. Destaca el libro editado en 1965 por la Universidad Veracruzana, Magia de la risa, que contiene textos de Octavio Paz y Alfonso Medellín Zenil, y fotografías de Francisco Beverido. Paz señala: “La risa sacude al universo, lo pone fuera de sí, revela sus entrañas. La risa terrible es manifestación divina. Como el sacrifico, la risa niega el trabajo. Y no sólo porque es una interrupción de la tarea sino porque pone en tela de juicio su serenidad”. Hay caritas sonrientes jóvenes y viejas, masculinas y femeninas, con cuerpo o sin él. Con frecuencia aparecen en entierros secundarios, por lo cual se cree que se vinculaban con la muerte. Al parecer, la tradición de representar la risa en el centro de Veracruz surge a principios del Clásico y permanece hasta el Posclásico. Estos objetos se han encontrado cerca de Tierra Blanca, Veracruz, en sitios como Nopiloa, Dicha Tuerta y El Zapotal.
La que comentamos es una figura femenina, cuyo tocado, adornado con una garza y un pez, evoca el entorno natural. Su atavío muestra claramente un tejido de algodón bordado con grecas. La actitud de fervor, casi de éxtasis, es evidente. Una característica poco estudiada es que muestra dos manos derechas, lo cual se re- pite en algunas otras piezas, y que en vista del cuidado hace improbable que se trate de un error.
Tomado de Maliyel Beverido Duhalt, “Cabeza Colosal Número 1 (El Rey)”, Arqueología Mexicana, edición especial 22, Museo de Antropología de Xalapa, p. 24.