Elizabeth Baquedano
Hace más de cien años la artista victoriana Adela Breton (1849-1923) visitó México y fue tal el efecto que le produjeron los monumentos prehispánicos y coloniales, así como el de su gente, que plasmó sus imágenes en pinturas y dibujos a lápiz que hoy se conservan en el Museo de la Ciudad de Bristol. Destacan las acuarelas que pintó de Xochicalco en 1897, pues en ellas Breton dejó un fiel testimonio del contenido de los relieves de la Pirámide de las Serpientes Emplumadas.
El valor más grande que yo encuentro en los dibujos de Adela Breton, es la importancia que le dio tanto al color aplicado a los edificios mesoamericanos como al detalle arquitectónico, ya fuera una fecha, un talud o el nicho de una catedral colonial. En el caso de la arquitectura prehispánica, supo entender que el color en Mesoamérica era fundamental, y aunque ahora casi siempre vemos los edificios prehispánicos desprovistos de color, en el México antiguo era parte del lenguaje visual y de la imagen, de modo que contribuía a hacer patentes las referencias simbólico religiosas y otras más.
Los relieves de la Pirámide de las Serpientes Emplumadas consisten en una gran disposición de serpientes emplumadas, ocho en total. Estas sierpes bífidas ocupan la mayor parte del talud del edificio y debieron ser esculpidas, estucadas y pintadas en su totalidad al momento de su ejecución.
Una de las más grandes aportaciones de la artista británica fue pintar lo que ella llamó “La Pirámide de Quetzalcóatl”. Lo hizo incluyendo los diseños tanto naturalistas como geométricos sin distorsión alguna, como ella los vio. Por ejemplo, entendió la importancia de las serpientes de la pirámide, así como el papel que cumplían en la composición los personajes sentados que se alternan en las ondulaciones de la serpiente emplumada y que ostentan en su pose y vestimenta una apariencia maya. De la misma manera, supo representar los caracoles cortados o seccionados pintados de azul en la fachada oeste de la pirámide, color que ayuda a resaltar el ámbito de donde provienen, el agua. Es precisamente este tipo de información el que Adela Breton conoció muy bien y pintó correctamente, gracias a su entrenado ojo. En la misma pirámide, la cabeza de la serpiente aparece representada con un penacho de plumas, que Breton pintó de color verde. Remata ahí mismo la cola con un crótalo y tres grandes plumas de quetzal pintadas también de verde.
En la parte superior del edificio, en el tablero, y a los lados de la escalera encontramos lo que Kenneth Hirth ha considerado representaciones asociadas a conquistas militares (1989, p. 72). Breton hace en su acuarela un notable contraste aprovechando el rojo del fondo del edificio o los colores que se encuentran, por ejemplo, en las representaciones de los seres humanos que aparecen pintados del color natural del cuerpo, o bien, las caracolas seccionadas de color azul.
Otra muestra de aguda observación se evidencia en el detalle de los glifos y de los personajes esculpidos en las esquinas y en los lados de la escalera de la fachada oriental del templo. La Pirámide de las Serpientes Emplumadas es un edificio complejo en donde hay detalles que a veces no es fácil apreciar a simple vista; por ejemplo, las representaciones un tanto estilizadas de lo que a mí se me antojan representaciones de una deidad telúrica (en ocasiones llamada Monstruo de la Tierra) y que pueden observarse en el extremo derecho de la acuarela. Asimismo, Breton supo captar los elementos geométricos: líneas verticales y horizontales alternando su posición y colorido, verdes y amarillas (ocres) pintadas sobre una banda azul.
Uso de los colores
Por otro lado, la artista recurrió al realismo donde era necesario; por ejemplo, las serpientes tienen un aspecto fiero, con las fauces bien abiertas y mostrando la lengua bífida con el colorido característico del periodo Clásico. Elizabeth Boone (1985, p. 176) menciona que en esa época “las superficies externas estaban pintadas, siendo el rojo el color más comúnmente encontrado en las paredes externas. Y donde los taludes estaban cubiertos con escultura en relieve, como en el Templo de Quetzalcóatl, esta escultura era policroma”. Si bien Xochicalco pertenece al periodo Epiclásico y no al Clásico, se observan los colores de este último periodo. Las pinturas de Adela Breton dan testimonio de esa gama cromática.
Baquedano, Elizabeth, “Xochicalco y Adela Breton”, Arqueología Mexicana núm. 101, pp. 68-71.
• Elizabeth Baquedano. University Collage London.
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