Entre el ajuar con que fue ataviado Pakal, el Grande, a su muerte, hace 1 333 años, se encontraba un par de orejeras con un epígrafe que narra cómo, para ser recibido por el dios del inframundo, el difunto debía sumergirse en el agua del dios Chaac. Con el reciente hallazgo de un sistema de canales en el subsuelo del Templo de las Inscripciones, que también corre bajo la cámara funeraria del gobernante palencano, esta metáfora podría tener una interpretación mucho más compleja.
Al dar a conocer este notable descubrimiento en una conferencia de prensa en el Museo Nacional de Antropología, el arqueólogo Arnoldo González Cruz, director del Proyecto Arqueológico Palenque, dijo que por su cercanía a la cámara funeraria (a 1.70 m por debajo del umbral de su pared norte) este sistema hidráulico posiblemente reproducía de manera simbólica el sinuoso camino que condujera a K’nich Janaab’ Pakal, “Escudo Ave-Janaab’ de Rostro Solar”, a las aguas del inframundo.
El antropólogo Diego Prieto, secretario técnico del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), y el doctor Pedro Francisco Sánchez Nava, coordinador nacional de Arqueología de esa misma institución, comentaron que si bien el Templo de las Inscripciones y su cámara funeraria han sido estudiados por la arqueología desde la mitad del siglo XX, el hallazgo de este sistema hidráulico subterráneo demuestra que la investigación sobre la edificación más representativa de esta zona arqueológica de Chiapas, parte ahora de nuevos cimientos.
Arnoldo González indicó a los medios de comunicación que con este descubrimiento cambia la tesis original del arqueólogo Alberto Ruz Lhuillier acerca de que la cámara funeraria de Pakal II, la cual descubrió en 1952, sería el punto de partida de los nueve cuerpos que componen el Templo de las Inscripciones. Ahora la evidencia sustenta que su centro debió estar dado por la existencia de un manantial.
La compleja red de canales, dispuestas a diferentes niveles y orientaciones, debió ser diseñada “mucho antes que se proyectara la pirámide misma, en las primeras décadas del siglo VII de nuestra era”. El origen de esta corriente de agua, la cual aún fluye por el canal principal, “fue el punto de partida desde el cual se erigió el edificio y cuyo fin era asociar a Pakal II, el gran señor de Palenque, con estos acuíferos”.
Para Arnoldo González, no cabe duda de que K’nich Janaab’ Pakal fue el sabio que proyectó este plan arquitectónico, porque fue durante su reinado (615-683 d.C.) cuando comenzó la construcción del Templo de las Inscripciones, una edificación funeraria que concluiría su primogénito, K’nich Kan B’ahlam, en el lapso que duró en el trono de Lakamha’, “Lugar de las Grandes Aguas” –nombre original de la ciudad maya–, entre los años 683 y 702 d.C.
El investigador del INAH, quien descubriera en 1994 el sarcófago de la Reina Roja, explicó que el descubrimiento en el subsuelo del Templo de las Inscripciones se dio como un hecho fortuito dentro de los trabajos de conservación arquitectónica del mismo, al realizar una serie de pozos de sondeo al pie de su fachada principal a fin de ubicar el desplante de la escalinata y las alfardas que la limitan.
Dichas labores permitieron determinar que tales elementos arquitectónicos se asientan sobre la roca madre, sin embargo, al ampliar la excavación se observó que ésta presentaba un corte en su parte central y una serie de rellenos (de 3.75 m de ancho). El primero, al pie de la escalinata, presentó grandes rocas acomodadas y amarradas con arcilla que aparentaban un piso; seguido de éste hubo otro estrato de piedras muy gruesas, asentadas y unidas también con barro.
La tercera y cuarta capa guardaron semejanza con las anteriores. Debajo de ese estrato se encontró un canal.
“El hecho de que estas piedras estén niveladas y ajustadas, prolongándose bajo el primer escalón del templo y que el ancho del corte coincida con el de la pared norte de la cámara funeraria es muy llamativo. Hemos confirmado que los cuatro estratos de piedra detectados al pie del templo, se ajustan en número y características a los descubiertos bajo la cámara funeraria a través de los cárcamos que se localizan en su parte norte”.
El canal, detalló el arqueólogo, está construido mediante hileras horizontales de grandes piedras talladas, unidas con rajuelas y arcilla plástica. Estas piedras están cubiertas con otras de mayor tamaño dispuestas en forma paralela a modo de techumbre. El conducto es casi cuadrado (50 x 40 cm), su piso es de roca caliza tallada y tiene una longitud aproximada de 17 m. Al momento de su descubrimiento se observó que el agua aún sigue su curso.
El sistema hidráulico tiene dirección norte-sur, lo que permite drenar el Templo de las Inscripciones, a 2. 70 m de profundidad, hacia la plaza que está frente a él, en sentido noroeste. Al sur, bajo el edificio, el canal principal sigue una línea recta que se ensancha hasta llegar a nueve metros, y forma una especie de vertedero, de 80 x 90 x 60 cm.
El arqueólogo precisó que en el extremo sureste de dicho vertedero está la desembocadura de un segundo canal, de 40 x 20 cm, que corre paralelo al primero pero a un nivel más alto (20 cm por encima) y cuyas aguas se unen al canal principal.
El trayecto del conducto principal continúa al suroeste. Sobresale a unos tres metros otra abertura cuadrada de 20 x 20 cm, situada en la parte superior de la cubierta, su fondo se amplía y corre casi equidistante a la vía principal.
El canal principal se prolonga cinco metros más, “pero debido a lo estrecho que se vuelve en ese punto fue imposible determinar su origen”, refirió el investigador del Centro INAH Chiapas.
La exploración previa del sistema hidráulico se hizo con cámaras de video adaptadas a un par de pequeños vehículos, y con la colaboración del arqueólogo Miguel Ángel Vázquez y del trabajador Hernán Peñate, quienes se introdujeron varios metros en él.
De momento, a falta de una tecnología que permita un reconocimiento minucioso, se desconoce el origen del sistema de canales, aunque es posible que el conducto principal desemboque al norte, donde se ubican las estructuras arquitectónicas del denominado Grupo J, y que parte de sus aguas alimenten al arroyo Bernasconi.
El director del Proyecto Arqueológico Palenque consideró que el diseño de los canales pudo determinarse como una forma de drenar el agua pluvial proveniente de las terrazas que forman el Templo XXIV, ubicado al sur de la pirámide.
Sin embargo, la hipótesis más sólida es aquella relacionada con la existencia de un manantial sobre el que fue construido la tumba de Pakal II y cuyas aguas fueron canalizadas por esa vía. Dicha teoría se sustenta tanto en los datos arqueológicos, como en las menciones en la epigrafía e iconografía maya sobre Palenque y otros sitios donde el entierro de personajes se asoció a la presencia de cuerpos de agua.
Para Arnoldo González, estos hallazgos generan más preguntas que respuestas. Por ello –concluyó– espera continuar la exploración con medios tecnológicos, como el georradar, que confirmen la existencia de éstos o inclusive más canales y conocer mejor su origen y configuración.
Dirección de Medios de Comunicación, INAH