Leonardo López Luján
A comienzos de la llamada fase Miccaotli (ca. 150 d.C.), Teotihuacan se transformó en una verdadera ciudad. Se estima que más de una tercera parte de sus habitantes dejó entonces de ser productora de alimentos para dedicarse de tiempo completo a actividades artesanales, comerciales, políticas y religiosas.
Los inicios del Clásico mesoamericano suelen fijarse a partir de una serie de acontecimientos históricos revolucionarios, entre los que destaca la diferenciación campo/ciudad. Se trata de cambios radicales en los que estuvieron imbricados procesos como el crecimiento demográfico, la concentración humana en grandes asentamientos, la intensificación de la agricultura y el incremento de la complejidad social. Como es sabido, estos procesos tuvieron como desenlace la vida urbana, así como la consolidación del Estado.
En el caso particular de la Cuenca de México, dichos cambios son sumamente notorios, pues es allí donde surge y florece la gran Teotihuacan. De acuerdo con René Millon, el asentamiento habría alcanzado los 125 000 habitantes en el Clásico, convirtiéndose en la sexta ciudad más grande del mundo, después de Constantinopla en Turquía, Changan y Loyang en China, Ctesiphon en Persia y Alejandría en Egipto. Advirtamos, sin embargo, que George L. Cowgill ha abogado en fechas recientes por la cifra más conservadora de 100 000 habitantes para el clímax teotihuacano.
Cualquiera que sea la cantidad exacta, este conglomerado contrastaba sensiblemente con los 80 000 individuos que vivían entonces dispersos en el resto de la Cuenca de México, según cálculos de William T. Sanders, Jeffrey R. Parsons y Robert S. Santley. Gracias a los reconocimientos sistemáticos de superficie que estos investigadores y Robert Blanton realizaron principalmente entre 1960 y 1975, sabemos que el número de individuos que moraban en la cuenca durante el Clásico –sin incluir a Teotihuacan– se había multiplicado siete veces respecto al periodo anterior, pero con una clara tendencia a constituir asentamientos de reducidas dimensiones. En efecto, a lo largo de sus reconocimientos, registraron un solo centro suprarregional (la ciudad de Teotihuacan), diez centros regionales (1 000-10 000 h), 17 aldeas grandes (500-1 000 h), 77 aldeas pequeñas (100-500 h), 149 caseríos (menos de 100 h), dos recintos ceremoniales grandes (sin ocupación residencial), nueve recintos ceremoniales pequeños, cuatro sitios indeterminados, un yacimiento de obsidiana, un yacimiento de grava sin ocupación residencial y varias estaciones de fabricación de sal.
Los datos de superficie indican que más de la mitad de la población se concentraba en la mitad septentrional de la cuenca, mayoritariamente en el Valle de Teotihuacan y la región ubicada inmediatamente al norte del Cerro Gordo, y de manera secundaria en las regiones de Cuauhtitlan, Tenayuca y Tacuba. Todo parece indicar que, con el fin de ejercer un mayor control político sobre la cuenca, Teotihuacan promovió una población rural raquítica y dispersa, al tiempo que inhibió el desarrollo de los centros administrativos regionales. Lo anterior se constata en los dos centros que seguían en importancia a la urbe: Azcapotzalco, al oeste de la cuenca, sólo contaba con 10 000 habitantes, y Cerro Portezuelo, al este, nunca rebasó las 3 000 almas. Vale agregar que ambos centros sobrevivieron al colapso teotihuacano, por lo que su estudio es fundamental tanto para conocer las relaciones cambiantes entre la metrópoli y sus subordinados como para entender la transición al Epiclásico.
López Luján, Leonardo, “Clásico (150-600/650 d.C.). La diferencia campo/ciudad”, Arqueología Mexicana núm. 86, pp. 44-49.
• Leonardo López Luján. Doctor en arqueología por la Université de Paris X-Nanterre. Investigador del Museo del Templo Mayor. Fue codirector del Proyecto Xalla (2000-2003) y actualmente es miembro del Proyecto Pirámide de la Luna, ambos en Teotihuacan.
Texto completo en la edición impresa. Si desea adquirir un ejemplar: http://raices.com.mx/tienda/revistas-la-cuenca-de-mexico-AM086