Édouard Pingret, un coleccionista europeo de mediados del siglo XIX

Marie-France Fauvet-Berthelot, Leonardo López Luján

A los 62 años de edad y tras una carrera artística llena de altibajos, el pintor francés Édouard Pingret decidió emigrar a México para buscar fortuna. Este personaje de carácter difícil residió en nuestro país entre 1850 y 1855, donde hizo toda suerte de negocios y ejerció con éxito su profesión en los círculos sociales más influyentes. En ese breve periodo logró atesorar una rica colección de “antigüedades aztecas”, de la cual se pueden reconstruir sus derroteros hasta la actualidad.

 

Los documentos

Al igual que muchos otros extranjeros que visitaron México en el siglo XIX, el pintor francés Édouard Henri Théophile Pingret (1788-1875) quedó cautivado por la omnipresencia y la belleza de los vestigios materiales del mundo mesoamericano (véase Arqueología Mexicana, núm. 107). Así lo demuestra una interesantísima serie de documentos que hoy se conservan en París. En su mayor parte inéditos, este grupo de cartas, inventarios, álbumes y fotografías nos informa sobre las estrategias que Pingret siguió entre 1850 y 1855 para hacerse de miles de objetos prehispánicos, del contenido puntual de su colección, de la visión imperante del patrimonio arqueológico mexicano, de los gustos de la época y de los sucesivos intentos para enajenar dicha colección en Europa.

En los archivos de los Museos Nacionales de Francia, ubicados en el Louvre, existen numerosas cartas que el pintor envió a las autoridades de dicha institución entre 1851 y 1866, así como un manuscrito con fecha del 14 de enero de 1864 (AMN, A5-1864). Este último, elaborado por el propio Pingret para ofrecer su colección en venta, consta de 33 páginas escritas con una mano temblorosa –tenía entonces 76 años– y llenas de adiciones al margen, además de acuarelas que representan 18 objetos arqueológicos.

El Museo del quai Branly, por su parte, cuenta con dos documentos más. En 2001 compró a Bastian Goska, un ucraniano instalado en Australia, una versión corregida, aumentada y en formato mayor del mencionado manuscrito. Curiosamente, este documento (MQB, 70.2001.33.1) lleva los sellos de los archivos del emperador en las Tullerías y de la biblioteca del Museo Etnográfico de Berlín. Tiene 112 páginas con una escritura regular y segura, además de acuarelas de 152 objetos, unas integradas al texto y otras formando 13 láminas. Posee igualmente tres láminas con copias de pictografías indígenas y una más con una fotografía de la Piedra del Sol. De acuerdo con una carta del 27 de julio de 1865 enviada por el editor Victor Frond al conde Nieuwerkerke, el superintendente de Bellas Artes en turno, existían varias versiones de este manuscrito: “Esta memoria fue copiada seis veces. La primera fue dirigida a su Majestad la Emperatriz en ausencia del Emperador, la segunda debió ser enviada o va a ser enviada al Emperador. Las otras dos o tres tienen un destino que el Sr. Pingret no hizo de mi conocimiento” (AMN, 030 356 dossier 2). A este respecto, creemos que el manuscrito del Museo del quai Branly podría ser el que Pingret hizo llegar a Napoleón III.

 

Fauvet-Berthelot, Marie-France, y Leonardo López Luján, “Édouard Pingret, un coleccionista europeo de mediados del siglo XX”, Arqueología Mexicana núm. 114, pp. 66-73.

 

 Marie-France Fauvet-Berthelot. Doctora en prehistoria por la Université de Paris I-Sorbonne. Miembro del Consejo de la Société des Américanistes de París.

 Leonardo López Luján. Doctor en arqueología por la Université de Paris X-Nanterre. Miembro del Consejo de la Société des Américanistes de París.

 

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