Los gobiernos de México y la arqueología (1810-2010)

Joaquín García Bárcena

Entre 1810 y 2010 la arqueología ha tenido grandes avances, lo que ha permitido que la información por ella producida haya contribuido cada vez más al mejor conocimiento del pasado prehispánico de México. Estos avances no se dan en el vacío, sino que están relacionados con los cambios ocurridos durante este mismo periodo en la sociedad de nuestro país, en su estructura política e ideológica y en las incidencias que la información arqueológica ha tenido en ello.

 

Antes de 1810

 

En 1700 falleció el último rey de la Casa de Austria, o Habsburgo, Carlos II, sin descendencia. Fue sucedido por Felipe V, de la Casa de Borbón, que era la que gobernaba Francia. Con el cambio de dinastía, la corona buscó reafirmar la autoridad real y mejorar la captación fiscal; este conjunto de medidas se conoce como las reformas borbónicas y se insertaron en el sistema de valores conocido como la Ilustración. La aplicación de las reformas se aceleró durante la segunda mitad del siglo, pero la concepción de una monarquía absoluta que detentaba la dinastía de los Borbones era incompatible con los privilegios de la Iglesia, lo cual se reflejó en la expulsión de los jesuitas en 1767 de todos los dominios españoles; dicha orden, desde su fundación, había mantenido la posición de que debía obediencia únicamente al papa. Los jesuitas tenían entonces gran importancia en el campo educativo. Las medidas modernizadoras incluyeron el envío de expediciones científicas, de carácter botánico sobre todo, y la fundación de nuevas instituciones culturales, como la Academia de Bellas Artes de San Carlos, el Colegio de Minería y el Real Jardín Botánico. Otro factor importante fue la liberalización del comercio, que incrementó los contactos de la gente de la Nueva España con las de otros países y facilitó la llegada de las nuevas ideas derivadas de la Ilustración, lo cual incidió sobre todo en el grupo de los criollos, los hijos de españoles, que eran el grupo más preparado, pero que, a pesar de ello, no tenían acceso a los puestos más altos de la administración pública ni de la Iglesia, que estaban reservados a los españoles nacidos en la península ibérica. En esta situación, entre los criollos se había empezado a desarrollar un concepto de carácter nacionalista, según el cual en la Nueva España se estaba desarrollando una nueva nación, con raíces tanto prehispánicas como españolas

Dentro de este ámbito, la historia prehispánica cobró una mayor importancia y también se modificó el tratamiento que se daba a los sitios arqueológicos y a los objetos antiguos que se encontraban; en lugar de abandonarlos o destruirlos, o, a lo más, considerarlos como curiosidades o juzgarlos por su valor estético, según las normas de la cultura occidental, se buscaba conservarlos, describirlos y comprender su significado, usando para ello la información documental que acerca de las poblaciones prehispánicas se había conservado desde el siglo XVI, la cual no era, por otra parte, muy accesible, pues poca de ella se había publicado.

En esas acciones también había participado la corona; por ejemplo, Carlos III dio instrucciones al gobernador de Guatemala para que se investigaran las ruinas de Palenque, Chiapas. El gobernador pidió primero un informe sobre el sitio a José Antonio Calderón, quien, después de una corta visita, lo entrega en 1784; al no quedar satisfecho, el gobernador envía una nueva expedición a cargo del arquitecto Antonio Bernasconi, quien entrega un nuevo informe al año siguiente; el rey lo aprueba y ordena mayores exploraciones.

 

García Bárcena, Joaquín, “Los gobiernos de México y la arqueología (1810-2010)”, Arqueología Mexicana núm. 100, pp. 36-45.

 

Joaquín García-Bárcena. Arqueólogo e ingeniero químico. Miembro del Comité Científico-Editorial de esta revista.

 

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