Viruela, sarampión y tifo exantemático

Bernardo García Martínez

La Viruela

Durante la guerra de conquista de México-Tenochtitlan hubo circunstancias imprevistas que dieron ventaja a los españoles, la más importante de las cuales fue obra de un agente oculto y silencioso.

Este agente fue la viruela. Ésta y otras enfermedades introducidas durante o después de la conquista resultaron devastadoras en una tierra donde eran desconocidas y cuya población no tenía defensas inmunológicas ni recursos específicos para combatirlas. La viruela llegó en 1520 con un individuo enfermo, supuestamente un esclavo africano, cuando los enviados del gobernador de Cuba se presentaron en la Vera Cruz intentando detener a Cortés. Esto fue justo antes de que estallaran las hostilidades con los mexicas. Hecha epidemia, la enfermedad se desató con tanta fuerza y se difundió con tal rapidez que obró activamente en contra de la resistencia de la sitiada Tenochtitlan matando a muchos de sus defensores, incluido el propio huey tlahtoani Cuitláhuac, desafortunado y efímero sucesor de Motecuhzoma. Miles de individuos murieron en diversas regiones a partir de la Vera Cruz, aunque no hay testimonios que nos permitan conocer exactamente cuántos ni dónde.

El sarampión

El fin de los años violentos de la conquista, hacia 1530, marcó el inicio de un periodo de relativa paz en tierras mesoamericanas, pero el agente oscuro y silencioso que había acompañado a los conquistadores no tardó en hacerse presente con una nueva cara. En 1545 otra enfermedad, aparentemente sarampión –no lo sabemos con exactitud porque los documentos la mencionan como cocoliztli, que es una palabra náhuatl aplicable casi a cualquier enfermedad masiva–, volvió a arrasar de manera generalizada durante tres años. Su patrón de expansión debió de haber sido muy similar al de la anterior epidemia, pero esta vez llegó más lejos hacia el occidente. [...]

Así, aun siguiendo los cálculos más conservadores resultaría que no menos de la mitad de la población murió en el lapso de una generación. Fenómenos equiparables ocurrieron en otras partes del continente con la llegada de los europeos.

El tifo exantemático

Pero todavía hubo más. Entre 1576 y 1581 Nueva España se vio arrasada por una tercera gran epidemia –llamada en la época matlazáhuatl–, esta vez, al parecer, de tifo exantemático. Y aunque sus cifras, ya muy disminuidas, fueran menores, resultó tan devastadora como las dos previas: murió casi la mitad de la población subsistente, con el agravante de que sus efectos cundieron sobre áreas ocupadas en fechas recientes por los españoles al norte de Mesoamérica. Sin tomar en cuenta a estas áreas, la población mesoamericana quedó reducida después de 1581 a una cifra inferior a los dos millones de habitantes. De ahí bajó todavía un poco, aunque ya no de modo tan brusco, y unos años después (dependiendo de la región), lentamente, empezó un proceso de recuperación que, combinado con los procesos de mestizaje, desembocaría en un panorama demográfico creciente y dinámico.

 

Bernardo García Martínez (1946-2017). Doctor en historia; profesor de El Colegio de México. Autor de obras sobre historia de los pueblos de indios, historia rural y geografía histórica. Fue miembro del Comité Científico-Editorial de esta revista.

García Martínez, Bernardo, “El cataclismo demográfico de la conquista”, Arqueología Mexicana, núm. 74, pp. 58-61.

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