Hace 72 o 73 millones de años, un colosal dinosaurio herbívoro murió en lo que debió ser un cuerpo de agua copioso en sedimentos, por lo que su cuerpo quedó rápidamente cubierto por la tierra y pudo preservarse a lo largo de las eras, hasta que paleontólogos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), institución de la Secretaría de Cultura, y de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) pudieron recuperarlo y estudiarlo, logrando determinar en este 2021, que sus restos pertenecen a una nueva especie: Tlatolophus galorum.
Publicado en la revista científica Cretaceous Research, este hallazgo deriva de un proyecto multidisciplinario, con la participación de la Secretaría de Cultura, a través del INAH, que en 2013 anunció la recuperación exitosa de la cola articulada de un dinosaurio en el Ejido Guadalupe Alamitos, municipio de General Cepeda, en Coahuila.
Dadas las excepcionales condiciones de conservación del cráneo –se preserva casi 80% de esta estructura ósea–, se pudo dar paso a la comparación del ejemplar con otras especies de hadrosaurios conocidas en la región, como el Velafrons coahuilensis.
El examen mostró que la cresta y la nariz eran distintas al Velafrons y más parecidas a lo que se observa en otra tribu de los hadrosaurios: los parasaurolofinos; las diferencias no pararon allí: la cresta del ejemplar de General Cepeda, con forma de gota, se oponía, incluso, a la cresta tubular de Parasaurolophus, la especie más conocida de los parasaurolofinos, que habitó en los actuales territorios de Nuevo México y Utah, Estados Unidos, así como en Alberta, Canadá, y que se ha retratado en películas como Parque Jurásico.
La publicación en Cretaceous Research incluye ilustraciones de Luis V. Rey y Marco Pineda, paleoartistas que recrearon al dinosaurio en su hábitat natural.
El nombre de Tlatolophus galorum es un homenaje múltiple dado por los investigadores del INAH y la UNAM. Por un lado, el género Tlatolophus deriva de la voz nahua tlahtolli (palabra) y del griego lophus (cresta), por lo que su traducción es: cresta palabra.
En cuanto al nombre de la especie, galorum, Felisa Aguilar refiere que se trata de un homenaje a dos actores: ga, por un lado, al filántropo Jesús Garza Arocha, quien fue enlace entre la comunidad y los investigadores del INAH y la UNAM; mientras que lorum se designó para reconocer el apoyo de la familia López, que coadyuvó con los paleontólogos brindando hospedaje, alimentación y otras facilidades durante las temporadas de campo.
Con información de la Dirección de Medios de Comunicación del INAH.