En México, tierra de volcanes, las altas cumbres nevadas eran concebidas por los pueblos prehispánicos como seres vivos. Como parte de un universo dinámico, los volcanes eran deidades controladoras de los fenómenos meteorológicos imprescindibles para la producción agrícola, que era a su vez la base del sustento de las antiguas sociedades mesoamericanas. Algunas creencias y prácticas del milenario culto a los volcanes siguen vigentes en la actualidad. Los volcanes, las altas cumbres nevadas y el fuego que contienen en su interior, han desempeñado un papel importante en la cosmovisión de los pueblos indígenas. Entre los pueblos del Altiplano Central se mezclaron conocimientos precisos con creencias mágicas acerca de la existencia y la actuación de los cerros, que eran concebidos como seres vivos. Los más poderosos eran los grandes volcanes que dominan el paisaje del altiplano: Popocatépetl, Iztaccíhuatl, Matlalcueye o La Malinche y Poyauhtécatl o Pico de Orizaba.
Tomado de Johanna Broda, “Los volcanes en la cosmovisión mesoamericana”, Arqueología Mexicana, núm. 95, pp. 40 - 47.
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