El destino de la colección arqueológica del doctor Fernando Sologuren
El redescubrimiento, a partir de la segunda mitad del siglo XIX, de las magníficas tumbas y artefactos prehispánicos de Oaxaca, dio lugar a enérgicos debates sobre sus orígenes y significados. A partir de este momento el estado vivió un vertiginoso aumento en el coleccionismo arqueológico nunca visto en el país, lo que dio como resultado acervos mucho más grandes que el existente en el propio Museo Nacional.
La historia de estos coleccionistas ilustra un despertar en los albores de la disciplina arqueológica, cuando un vasto corpus de objetos y datos acumulados por aficionados empezó a formar los conceptos y las tipologías que ahora nos son familiares. No obstante, los personajes detrás de este empeño local no aparecen con frecuencia en los anales, como Fernando Sologuren, Manuel Martínez Gracida, Francisco Belmar y Abraham Castellanos.
Ellos formaron parte de un “club arqueológico” en el que idearon métodos sistemáticos para ordenar y comprender las evidencias antiguas que parecían estar en todas partes debajo de su suelo natal. En este sentido, su historia es parte de una narrativa humana más amplia, el trabajo continuo para extender y acomodar sistemas de conocimientos y clasificar el material de vidas pasadas, un proceso –a menudo irregular– de descubrimiento e interpretación que se encuentra en el corazón de la disciplina arqueológica.
Desde hace tiempo he estado reuniendo las evidencias, ya huérfanas y descontextualizadas, de este temprano estallido de investigación científica para revindicar los descubrimientos de los coleccionistas pioneros de Oaxaca, así como para comprender la dimensión de su esfuerzo olvidado. A continuación, enfoco la lectura sobre el más prolífico de este grupo, el doctor Fernando Sologuren.
Coleccionista consumado El médico Fernando Sologuren (1850-1918) fue un miembro destacado del mencionado club, ya que poseía la colección arqueológica más primorosa del estado. De personalidad intrépida y elegante, Sologuren vivió casi toda su vida en Oaxaca, aunque era oriundo de Orizaba, Veracruz. Se recibió de médico cirujano en la ciudad de México y los miembros de su familia recuerdan que fue el primero en introducir la medicina por medio de inyecciones en Oaxaca, lo que le ganó el sobrenombre de “Solopiquete”.
Hubo un vínculo muy estrecho entre su papel de médico y su pasión por adquirir objetos prehispánicos. Contaba la alemana Caecilie Seler-Sachs, pareja del mesoamericanista Eduard Seler, que: “Como médico el Dr. Sologuren viaja a todas partes, y sus pacientes, ladinos e indios, bien saben cómo agradarle. El hombre pobre que no puede pagar sus deudas, las paga con una hermosa olla policroma que fue sacada por su primitivo arado”.
Imagen: La colección Sologuren, ca. 1900. Fotografía de Charles B. Waite. Foto: Charles B. Waite. Dumbarton Oaks Research Library And Collection.
Adam T. Sellen. Doctor en estudios mesoamericanos. Investigador en el Centro Peninsular en Humanidades y Ciencias Sociales de la UNAM en Mérida, Yucatán. Sus líneas principales de investigación son el coleccionismo, la falsificación, y la historia de la arqueología y de los museos.
Esta publicación puede ser citada completa o en partes, siempre y cuando se consigne la fuente de la forma siguiente:
Sellen, Adam T. , “El destino de la colección arqueológica del doctor Fernando Sologuren”, Arqueología Mexicana, núm. 174, pp. 64-69.
Adam T. Sellen