Acamapichtli, “Puñado de cañas” (1375-1395)

Su nombre significa “puñado de cañas”, y otras interpretaciones son “manojo de cañas” o “el que sujeta las varas o cañas en la mano”. Su glifo está formado por una mano que sujeta flechas. Tal vez nació en 1355 y fue hijo de un principal mexica y una princesa de Culhuacan. Tuvo como esposas a las hijas de 20 señores mexicas, y entre sus numerosos hijos se encuentran Huitzilíhuitl e Itzcóatl, el segundo y tercer tlatoque mexicas; todos los demás gobernantes de Tenochtitlan fueron sus nietos y bisnietos.

 

Fue el primer tlatoani de Tenochtitlan, cargo al que llegó entre otras cosas gracias a su ascendencia tolteca por vía materna. De él descienden todos los señores que gobernaron Tenochtitlan. Tuvo como esposas a las hijas de los principales señores de Tenochtitlan, y no sólo fundó la dinastía que gobernaría la ciudad hasta la conquista española sino que constituye la simiente de la nobleza mexica.

Tener un gobernante a la manera de otras ciudades, regidas por nobles pertenecientes a linajes añejos y prestigiosos, era un requisito indispensable para que los mexicas mejoraran su posición política respecto a aquellas entidades.

Uno de esos linajes era el de los toltecas, los que habitaban en la ciudad de Culhuacan. Fue a Náuhyotl, el tlatoani  de este lugar, que los mexicas solicitaron les designara un gobernante y que éste fuera Acamapichtli pues reunía dos condiciones fundamentales: era hijo de un mexica, Opochtli, y de Atotoztli, una princesa hija de Náuhyotl. Éste aceptó la petición y propició así el surgimiento de un linaje mexica y con ello de un mejor estatus político para su ciudad, Tenochtitlan.

Fray Diego Durán señala que Acamapichtli tenía 20 años cuando comenzó su reinado. No hay claridad sobre sus actividades antes de ser escogido como el primer tlatoani  de los mexicas; pudo haber sido un sacerdote de Itzpapálotl o el jefe del calpulli  tenochca de Chalman, incluso, según algunas fuentes, habría ostentado el cargo de cihuacóatl  antes de asumir plenamente el gobierno. Además, como sería común con todos sus sucesores, Acamapichtli era al momento de su elección como gobernante de Tenochtitlan un guerrero prestigiado. Como haya sido, Acamapichtli era un personaje de alta posición en la sociedad mexica y eso, aunado a su descendencia, fue determinante en su elección.

Su nombre, como seguramente sucede con los de los otros tlatoque  mexicas, tiene connotaciones míticas y simbólicas. De hecho en algunas fuentes se indica que su nombre propio era Xilechoz (o un vocablo similar). Tal vez recibió el de Acamapichtli para denotar su papel como el primero de una dinastía. Aunque literalmente significa “puñado de cañas”, su glifo la mayoría de las veces muestra una mano que sostiene flechas. Entre los chichimecas, de los cuales los mexicas también proclamaban descender, cuando se ocupaba un territorio se realizaba un rito que consistía en lanzar flechas a los cuatro puntos cardinales.

Durante su reinado, Tenochtitlan era un subordinado de Tezozómoc, gobernante de Azcapotzalco y líder del imperio tepaneca. En este sentido, al parecer las conquistas que logró Tenochtitlan no fueron totalmente en su beneficio sino en favor de Azcapotzalco; la participación de los mexicas en esas campañas era parte de las obligaciones tributarias con los tepanecas. Aun así no hay duda que obtenían beneficios de esas victorias, tal vez incluso ciertas cantidades de tributo, que colaboraron en el paulatino fortalecimiento de la ciudad.

Tuvo la habilidad política suficiente para enfatizar su linaje por medio del matrimonio con una mujer de la nobleza de Culhuacan, Ilancuéitl. Con ella no tuvo hijos pero ganó en presencia ante las elites de esa y otras ciudades de la Cuenca de México. Se dice que Ilancuéitl resultó estéril, por lo que cada uno de los 20 jefes de los calpulli  mexicas le entregó una de sus hijas para así asegurar la sobrevivencia del linaje. De estas y otras uniones tuvo numerosos hijos, que según un cálculo bien pudo acercarse a la centena, a los que se consideraba tlazopipiltin , “hijos preciosos”, y que conformarían el grueso de la nobleza mexica en los tiempos por venir.

Tomado de Enrique Vela, Arqueología Mexicana, Especial 40,  Los tlatoanis mexicas. La construcción de un imperio.