Edith Ortiz Díaz
El sistema de caminos de Mesoamérica fue creado a lo largo de cientos de siglos con base en la experiencia y en el conocimiento de la geografía. Así, muchas de las rutas que se utilizan en la actualidad son reminiscencias de aquellas formadas por los pobladores del México antiguo.
Los caminos son, como cualquier otro elemento de la vida social de los hombres, el resultado de una larga construcción histórica que permite, mediante el ensayo y el error, y a través de varias generaciones, establecer los mejores lugares para el tránsito. De esta forma, la continuidad y supervivencia de un camino dependen del interés en mantener abierta la comunicación, así como de que existan las condiciones de eficiencia, mantenimiento, seguridad y abastecimiento, entre otras variables.
La manera en que la arqueología puede establecer cuáles eran los caminos y las rutas de intercambio entre diversas regiones es mediante la presencia de materiales foráneos en contextos arqueológicos. Si bien a veces es casi imposible determinar el tiempo que debió tomar el viaje de estos objetos, al menos se pueden proponer los puntos de origen y de destino, así como parte de las redes que debieron establecerse entre los distintos grupos para obtener los recursos. Para el caso de Mesoamérica, el estudio de los caminos debe apoyarse no sólo en el dato arqueológico –para las épocas más tempranas– o en los documentos –para las más recientes–, sino también en el reconocimiento de campo, el cual incluye el análisis de fotografías áreas y de satélite, los datos etnográficos e incluso los caminos y rutas que aún se utilizan.
En el México antiguo había básicamente dos tipos de caminos. Los primeros eran hechos ex profeso para unir un sitio con otros, como los sacbés del área maya o como el sistema de caminos de Xochicalco, los cuales parten en forma radial desde el centro de este sitio hacia distintos puntos del valle de Morelos para permitir el acceso de gente y objetos.
El segundo tipo de caminos, de los cuales nos ocuparemos más ampliamente en este artículo, son aquellos que conectaban distintas regiones y servían para viajes a larga distancia, los cuales partían desde los principales asentamientos de Mesoamérica. Para ilustrar este caso, nos ocuparemos en este trabajo de algunos caminos que se convirtieron en verdaderos ejes del desarrollo prehispánico.
Los largos caminos eran recorridos por gente especializada en el comercio de mercancías, conocidos como tlameme, en náhuatl; uycatzinon, en tzeltal; quitay inic en huasteco, o ah cuch, en maya yucateco. Por esos caminos los cargadores podían recorrer diariamente alrededor de 25 km y transportar un poco más de 20 kg, según el tipo de terreno y el clima. Por otro lado, debe señalarse que no todos los grupos de comerciantes especializados en bienes suntuarios estaban en la posibilidad de hacer este tipo de inversiones, debido al tiempo y a los riesgos que conllevaban.
Ortiz Díaz, Edith, “Caminos y rutas de intercambio prehispánico”, Arqueología Mexicana núm. 81, pp. 37-42.
• Edith Ortiz Díaz. Arqueóloga por la ENAH, maestra en historia del arte por la UNAM, maestra en historia por El Colegio de México y egresada del doctorado en historia por El Colegio de México. Investigadora del Instituto de Investigaciones Antropológicas, UNAM.
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