Los accesos a la ciudad son numerosos, y siempre se trata de lugares construidos de tal manera que permiten controlar las entradas y salidas. En los lados oriente y sur se observan con claridad los caminos que arriban o parten de la ciudad, los que se transforman en calles, en cuyo inicio hay una estructura transversal que cierra la calle a manera de garita. La ciudad tiene altos muros intrincados, que obligan a un paso lento y en zigzag, con lo cual se logra un gran control del acceso. Al suroeste hay un foso en la unión del valle con el malpaís, que tiene más de un kilómetro de longitud y se une con una loma del malpaís al sur y da vuelta hacia el Cerro de las Águilas por el norte.
Los accesos a la Acrópolis son menos numerosos; se conocen sólo diez entradas –y algunos ramales secundarios–: tres al sur, tres al oeste, dos al norte y dos al oriente.
Ángel García Cook (1937-2017). Arqueólogo por la ENAH. Fue investigador del INAH.
García Cook, Ángel, “Accesos”, Arqueología Mexicana, Especial 73, pp. 50-51.