Capturando el alma matlatzinca

Carlos Arturo Hernández Dávila

Entre los archivos fotográficos resguardados por la Universidad Nacional Autónoma de México destaca por su volumen y cobertura geográfica el que resguarda el Instituto de Investigaciones Sociales, el cual ha funcionado, desde su creación en el lejano año de 1930, como un verdadero laboratorio académico, muy atento a los “grandes problemas nacionales” que describía don Andrés Molina Enríquez. El Instituto de Investigaciones Sociales ha sido dirigido, entre otros, por Alfonso Caso, Miguel Othón de Mendizábal, Vicente Lombardo Toledano, Narciso Bassols y Manuel Gamio.

En esta ocasión, nos toca ofrecer al lector algunos materiales del fotógrafo Raúl Estrada Discua. Nacido en 1913 en Tegucigalpa, Honduras, a los quince años llegó a la ciudad de México. Estrada Discua se desempeñó como fotógrafo en el Instituto de Investigaciones Sociales (1939-1951), donde registró con su lente la vida cotidiana de muchos pueblos indígenas de México, como parte de los trabajos académicos del instituto. Es así que encontramos entre sus trabajos un conjunto de imágenes del pueblo matlatzinca de Mexicaltzingo, estado de México, el cual se encuentra prácticamente desaparecido de esta región.

Los matlatzincas ocuparon todo el valle de Toluca (llamado, justamente, “Valle del Matlatzinco”) hasta su desplazamiento, primero, por los invasores nahuas del siglo xiv y, posteriormente, por efectos de la colonización de las tierras y la aparición de los Reales de Minas. Y, al día de hoy, sólo perviven en la comunidad de San Francisco Oxtotilpan, en el municipio de Temascaltepec, estado de México. Esta comunidad es el asiento histórico de la comunidad matlatzinca, hablante de la lengua bo’t’una, y si bien es cierto que otras comunidades reclaman la misma adscripción étnica (especialmente en el oriente del vecino estado de Michoacán), sólo en Oxtotilpan se conser-va la lengua y el delicado sistema simbólico y cosmológico asociado a ella.

Oxtotilpan sigue siendo un pueblo decididamente campesino, en donde el verde de los terrenos revela que la papa, el haba, el chícharo y el maíz se mantienen en buen estado gracias al trabajo conjunto de los humanos, los santos y los guardianes del territorio, especialmente el volcán Xinantécatl, al cual los matlatzincas conocen como Rromaaninechutata o “la sagrada casa del agua”.

¿Qué se pierde cuando se extingue una lengua, una cultura, una forma de ver y estar en el mundo? La pregunta es urgente, especialmente en el caso del pueblo matlatzinca. De los que habitaron, retenemos las fotografías, pero éstas son mudas y perderán tarde o temprano el contexto que permite darles sentido. Con fortuna, en Oxtotilpan se resguarda aún la lengua, el sistema de cargos, la defensa del territorio y un sentido de pertenencia que va más allá de las imágenes.

Agradecimientos al Dr. Jesús Francisco García Pérez, responsable del acervo del IIS-UNAM, por su gentil colaboración para la elaboración de este texto.

Carlos Arturo Hernández Dávila. Licenciado en etnología, y maestro y doctor en antropología social por la ENAH. Profesor en esta escuela y en la Universidad Iberoamericana de la Ciudad de México.

Tomado completo de Carlos Arturo Hernández Dávila, “Capturando el alma matlatzinca. El repositorio fotográfico de comunidades indígenas del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM”, Arqueología Mexicana, núm. 194, pp. 14-15.

Las imágenes completas que ilustran este artículo las puede ver en la edición impresa o digital.