Cenotes y asentamientos humanos en Yucatán

Rubén Maldonado Cárdenas

Sin lugar a dudas, los diferentes tipos de cenotes de la planicie norte de la península de Yucatán desempeñaron un papel destacado en la colonización y el desarrollo de la vida civilizada, tanto en la época prehispánica como en la colonial y contemporánea. Los mayas, sin embargo, mediante soluciones tecnológicas, características de su ingenio y conocimiento profundo de la fisiografía local, lograron en gran medida liberarse de las limitaciones ambientales del paisaje kárstico.

 

Las diversas condiciones naturales que enfrentaron con éxito las comunidades de las Tierras Bajas Mayas se perciben con mayor claridad si tomamos en cuenta el agua, recurso natural de suma importancia, y las diferentes estrategias empleadas para abastecerse de ella. Mientras en muchas localidades del centro y el este los antiguos mayas drenaron y canalizaron el exceso de agua en la superficie, en las regiones Puuc y Chenes fue necesario almacenar en chultunes y aguadas el agua pluvial, posiblemente racionarla durante la temporada de secas o extraer –invirtiendo grandes cantidades de tiempo y energía– el agua subterránea almacenada en el fondo profundo de cavernas, como en el caso de las Grutas de Xtacumbilxunaán. 

En la planicie norte de Yucatán, donde no existen corrientes de agua superficiales, los cenotes son la única fuente natural de abastecimiento del vital líquido y uno de los rasgos del terreno más sobresalientes. Los cenotes más conocidos son los de forma redonda, con paredes verticales, en los que se encuentra expuesto el acuífero (ts’ono’ot); el ejemplo más famoso de este tipo es el Cenote Sagrado de Chichén Itzá. Hay otras formas de cenotes en los que la boca es de un diámetro de menores dimensiones que el del embalse (llamados ch’e’n, pues parecen pozos desde la superficie) y cenotes-grutas (aktún) en los que el agua en ocasiones se localiza a gran profundidad y en algunos casos son secos. También son cenotes las depresiones con forma de cuenco conocidas localmente como aguadas (akalché), y lagunas o lagos cuando alcanzan grandes dimensiones. En el oriente de Yucatán muchas de esas dolinas no alcanzan el nivel freático y se les denomina rejolladas (k’op), aunque en ocasiones tienen una parte húmeda en el fondo y se conocen con el nombre maya de dzadz.

 

Cenotes y centros de población

 

La singularidad del drenaje y los cenotes yucatecos llaman poderosamente la atención de quienes visitan la península. Durante el siglo XVI fueron de imporancia para fundamentar la política colonial de congregar a la población en localidades donde el abasto de agua potable estuviera garantizado. Es sabido que aunque los cenotes abundan en la planicie norte, su distribución no es homogénea. John L. Stephens mencionó en 1843 que había sectores de la península donde había numerosos cenotes, como la franja de terreno entre Chichén Itzá, Valladolid y Tizimín. El geógrafo y cartógrafo alemán Karl Sapper consideraba que la tendencia de la poblaciones de Yucatán a concentrarse era consecuencia directa del número limitado de fuentes de agua permanentes. La coincidencia en la ubicación de sitios arqueológicos y cenotes fue enfatizada por el famoso mayista Sylvanus G. Morley, en su libroLa civilización maya:

 

En un país tan desprovisto de agua superficial como es el norte de Yucatán, estos cenotes eran el factor determinante del asiento de los antiguos centros de población. Donde había un cenote inevitablemente prosperaba un grupo de habitantes. En tiempos pasados eran la fuente principal de abastecimiento de agua de la misma manera que lo son en la actualidad, y constituían el factor decisivo que influía en la distribución de la población antigua del norte de Yucatán (1947, p. 30).

 

Maldonado Cárdenas, Rubén, “Cenotes y asentamientos humanos en Yucatán”, Arqueología Mexicana núm. 83, pp. 36-43.

 

• Tomás Gallareta Negrón. Investigador del Centro INAH Yucatán. Egresado de la Facultad de Ciencias Antropológicas de la Universidad de Yucatán. Maestría y estudios de doctorado en Tulane University, Nueva Orleáns. Codirector del Proyecto Arqueológico Regional Labná-Kiuic.

 

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