Cenotes y cuevas inundadas de la península de Yucatán. De los primeros pobladores a la Guerra de Castas

Lisseth Pedroza

Gran parte de los sistemas kársticos de la península de Yucatán están aún sin explorar. En los últimos 50 años, el reconocimiento y exploración de cenotes y cuevas inundadas, facilitado por el espeleobuceo, ha sido el comienzo de una incursión a lo desconocido de los sistemas subterráneos mayas, una ventana abierta al pasado, en donde cada hallazgo nos acerca paso a paso a la vasta historia de la región.

 

El interés por conocer lo que yace en el fondo de los cenotes se puede apreciar en la Relación de las cosas de Yucatán, de fray Diego de Landa, manuscrito descubierto en Madrid por el abate Charles Etienne Brasseur de Bourbourg y publicado en 1864. El escrito es sin duda una fuente básica sobre la historia, costumbres, religión y recursos naturales que caracterizan a la península de Yucatán. Sobre los cenotes escribe: “En la tierra proveyó Dios de unas quebradas que los indios llaman zenotes […] Estos zenotes son de muy lindas aguas y muy de ver…”; en otro párrafo refiere algunas de las actividades que realizaban los antiguos mayas: “escribiremos la manera del pozo donde echaban hombres vivos en sacrificio y otras cosas preciosas […] Algunas veces echaban personas vivas en el pozo de Chicheniza creyendo que salían al tercer día aunque nunca más parecían”.

En el siglo XIX Desiré Charnay, en su visita a México alrededor de 1881, realiza el primer intento por extraer lo que se pensaba eran tesoros y valiosas reliquias. Usó dos máquinas de Toselli de sondeo automático, sin éxito. Tuvieron que pasar cerca de 25 años para que se intentara de nuevo con otros métodos. En 1894, Edward Thompson adquirió el terreno de la Hacienda de Chichén Itzá, Yucatán, que incluía el cenote y las ruinas, dándose a la tarea de buscar “las cosas preciosa arrojadas al cenote”, mencionadas en las fuentes coloniales. Realizó dos temporadas de búsqueda, la primera con la ayuda de una draga entre 1904 y 1909, y la segunda de 1910 a 1911, con buceo de escafandra. La colección de los materiales producto de dichas extracciones se encuentra en el Museo Peabody, en Washington. 
Fue hasta 1960-1961 que el Instituto Nacional de Antropología e Historia y la National Geographic Society realizaron el primer proyecto de investigación arqueológico, en el Cenote Sagrado de Chichén Itzá, con la cooperación del Club de Exploraciones y Deportes Acuáticos de México (CEDAM). Se utilizó una draga tipo airlift, pero la técnica fue abandonada porque los objetos frágiles y huesos humanos se rompían al pasar por el tubo. 

A este proyecto le siguieron algunos otros, básicamente en los cenotes ubicados en las inmediaciones de algunos sitios arqueológicos, como el Xlacah en Dzibilchaltún y el X-coton en la ciudad amurallada de Mayapán, ambos en Yucatán. Las inmersiones en esos sitios fueron realizadas por buzos deportivos nacionales y extranjeros, y con ellas se extrajo gran cantidad de materiales (Luna, 1980).

 

¿Qué son los cenotes y las cuevas inundadas?

 

Hoy sabemos que la península de Yucatán es una planicie kárstica tropical sujeta a intensa disolución, y cuya morfología actual es el resultado de una larga secuencia de eventos geológicos y geomorfológicos. La combinación de alta precipitación pluvial, temperatura, vegetación, sumada a la mezcla de agua dulce y salada en el interior del macizo rocoso, dieron pie a la formación de dolinas y a los sistemas de cuevas más grandes del mundo.

 

Pedroza, Lisseth, “Cenotes y cuevas inundadas de la península de Yucatán. De los primeros pobladores a la Guerra de Castas”, Arqueología Mexicana núm. 105, pp. 48-52.

 

• Lisseth Pedroza. Egresada de especialidad de arqueología en la ENAH. Investigadora de la Subdirección de Arqueología Subacuática. Coordinadora del “Proyecto atlas arqueológico subacuático para el registro, estudio y protección de los cenotes en la península de Yucatán”, desde 2008.

 

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