Ascensión Hernández de León-Portilla
La lengua náhuatl ha sido el idioma hablado por millones de personas desde el Clásico mesoamericano hasta el presente. Asimismo, el náhuatl es la lengua en la que se conserva la más copiosa literatura mesoamericana, la de tradición prehispánica y la que se ha producido durante el periodo novohispano y en el México independiente, hasta su renacer en los tiempos actuales.
Sin duda, el continente americano es prueba de la capacidad del hombre para expresarse a través de innumerables lenguas. Los que llegaron en el siglo XVI pronto percibieron que aquí existía una cantidad de idiomas nunca antes escuchados, una Babel intrincada y difícil, pero no por ello impenetrable. Se dieron cuenta también de que había lenguas generales y que abundaban los intérpretes o nahuatlatos.
Una de estas lenguas generales era la náhuatl o mexicana, hablada en el imperio mexica y en los territorios vecinos. Desde el siglo XV esta lengua acompañó a las conquistas de la Triple Alianza y se extendió en un amplio espacio de honda raíz cultural conocido hoy como Mesoamérica, donde a su vez existían otras lenguas generales, que eran testigo de las unidades políticas que se habían ido sucediendo en esta extensa región a partir de los olmecas. Puede decirse que a principios del siglo XVI la lengua mexicana podía escucharse desde Sinaloa hasta la península de Nicoya, hoy Costa Rica. El náhuatl pasó a ser entonces lengua general entre las generales, hoy decimos lengua franca. Durante el siglo XVI continuó su capacidad expansiva como lengua de conquista y de evangelización, además de que fue sujeta a un sistema de escritura alfabética, hecho que propició la elaboración de infinidad de textos, sin que por ello dejara de usarse la tradicional escritura pictoglífica. En este mismo periodo fue sometida a reglas en un corpus de gramáticas y vocabularios de riqueza tal que hoy forman un capítulo dentro de la historia universal de la lingüística.
En este breve ensayo abordaré su historia y la relación con sus lenguas hermanas, que son muchas y que forman un extenso tronco lingüístico conocido como yutonahua o yutoazteca. Hoy sabemos que los hablantes de yutonahua avanzaron del norte al sur del continente hace miles de años, quizá desde lo que hoy es Oregon; llegaron a la actual Sonora hacia 2 500 a.C. y de allí continuaron su marcha al sur: hacia 400 d.C., los hablantes de protonáhuatl entraron en contacto con el imperio teotihuacano y, poco a poco, se extendieron por lo que llamamos Mesoamérica, habitada desde antes por otros pueblos, dueños de un alto nivel cultural y de grandes civilizaciones. En su largo caminar hacia el sur fueron dejando un rosario de lenguas en las zonas montañosas de América del Norte, es decir, en las Montañas Rocosas, las tierras altas de la Gran Cuenca y la Sierra Madre Occidental. A través de estas lenguas se puede seguir el camino de los pueblos yutonahuas y su preferencia por las tierras montañosas que forman la espina dorsal de Norteamérica, que a su vez podemos considerar parte de los Andes, la gran espina dorsal de todo el continente.
Hernández de León-Portilla, Ascensión, “El náhuatl y el tronco lingüístico yutonahua”, Arqueología Mexicana núm. 109, pp. 32-37.
• Ascensión Hernández de León-Portilla. Doctora en historia por la Universidad Complutense de Madrid. Investigadora del Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM y miembro del Sistema Nacional de Investigadores. Es autora de varios estudios sobre la lengua náhuatl y la purépecha.
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