¿El “Penacho de Cuauhtemoctzin”?

Laura Filloy Nadal et al.

Una divisa americana de plumaria. El mal llamado “Penacho de Cuauhtemoctzin”

En 2014, las dos primeras autoras de este trabajo viajamos a París para asistir a una reunión en el musée du quai Branly (mqB), donde tuvimos un estimulante encuentro de expertos en objetos de plumaria. Presentamos en esa ocasión los resultados de nuestras respectivas investigaciones sobre dos piezas mexicas: el tapacáliz del Museo Nacional de Antropología y el penacho de Moctezuma del Museo del Mundo de Viena. Uno de los acuerdos de la reunión fue conformar una gran red internacional para intercambiar información sobre las materias primas y las técnicas de manufactura del arte plumaria del continente americano.

Desde entonces, la sinergia entre restauradoras, biólogos, químicos, físicos, historiadores y arqueólogos de todo el mundo ha dado resultados alentadores, entre los que podemos  mencionar nuestra exposición temporal “Chimalli, tesoro de Moctezuma en Chapultepec” (febrero-mayo de 2019) en el Museo Nacional de Historia y su correspondiente publicación, de próxima aparición. Igualmente significativo fue el número 159 de la revista Arqueología Mexicana (septiembre-octubre de 2019), cuyo dosier lleva por título “La pluma y sus usos en Mesoamérica”.

Una pieza enigmática

En aquella misma reunión en el mqB, tuvimos la ocasión de evocar el mal llamado “Penacho de Cuauhtemoctzin”, una enigmática pieza de plumaria que ingresó a las colecciones del Musée d’Ethnographie de Trocadéro –antecesor del mqB– en el año de 1878, y cuya descripción y fotografías se dieron a conocer por primera ocasión en 1897, en el libro Galerie américaine du musée d’ethnographie du Trocadéro del antropólogo francés Ernest-Théodore Hamy.

Esta pieza excepcional de forma circular se elaboró con plumas multicolores que representan flores de diversas especies (mqB 71.1878.1.2963). Extendida mide 28 cm de diámetro y pesa 80 g. Al centro cuenta con un círculo de 8.5 cm de diámetro tejido concéntricamente con fibras. Está recubierto por un textil reforzado con cuatro varillas y de él penden 211 bastoncitos que rematan en elementos florales confeccionados con las técnicas del mosaico y del atado de plumas. Se construye así un complejo mecanismo dinámico que no es propio de un penacho o un tocado.

Desde siempre, esta pieza de plumaria ha planteado serias dudas a los especialistas con respecto a su adscripción cultural, su antigüedad y su función. Dichas incógnitas surgen desde el hecho mismo de que perteneciera originalmente al marchante y falsificador de antigüedades Eugène Boban (1834-1908), quien vivió varias veces en nuestro país en la segunda mitad del siglo XIX y se presentaba a sí mismo como el “anticuario del emperador Maximiliano”. Boban es célebre por sus tiendas donde exhibía y vendía toda suerte de “curiosidades americanas”, pero sobre todo por haber introducido en el mercado –como si se tratara de una pieza auténtica mexica– un cráneo de cristal de roca brasileño que fue elaborado en el sur de Alemania, el cual se encuentra hoy en el Museo Británico.

Boban aseguraba sin pruebas que la divisa de plumaria había sido propiedad del último emperador mexica. Según una versión que él propagaría en 1867, formó parte de los tesoros de Francisco José I de Austria, quien la habría despachado a México en 1865 a su hermano Maximiliano, para que éste la obsequiara al Museo Nacional. Años más tarde, Boban condimentó la historia al escribir que esta divisa había venido a México en 1866 junto con el famoso chimalli de Chapultepec, pero que, por alguna razón, no había ingresado a las colecciones del museo o, tal vez, que había sido robada del Palacio Imperial. Al caer el gobierno de Maximiliano, nos dice, él tuvo la fortuna de comprar la pieza. Lo increíble de este relato es que la divisa en cuestión no es mencionada –a diferencia del chimalli y el penacho de Moctezuma– en los inventarios de las colecciones mesoamericanas de Ambras y Viena.

A ciencia cierta, sólo se puede afirmar que en 1875, y ya estando en París, Boban le vendió al explorador Alphonse Pinart (1852-1911) más de 1 400 piezas arqueológicas y etnográficas mexicanas, remesa de la que formaba parte esta divisa de plumas. Tres años después, Pinart cedió al Estado francés dicha colección, enriquecida entonces con un millar de objetos adicionales, a cambio del financiamiento de futuras expediciones científicas por el continente americano.

El proyecto binacional

En 2018 regresamos al mqB y planteamos allí la importancia de analizar la divisa científicamente para definir si se trata en realidad o no de una obra mesoamericana. Al respecto, debemos recordar que en las colecciones de Europa existen piezas de plumaria andinas o amazónicas que tradicionalmente han sido atribuidas a la civilización mexica. Uno de los casos más sonados es la mal llamada “capa de Moctezuma”, que actualmente se encuentra en el Musée Art & Histoire de Bruselas y que en 1865 intentó traer a México la emperatriz Carlota. Por fortuna no logró su cometido, pues hoy sabemos que se trata de una capa tupinambá de Brasil elaborada en el siglo XVI.

Ese verano nos reunimos los autores de este artículo en el mqB e iniciamos un proyecto a largo plazo que involucra especialistas en botánica, ornitología, ciencia de materiales, tecnología plumaria e historia del coleccionismo. Gracias a Stéphanie Elarbi y Christophe Moulherat, del atelier de Restauración del mqB, contamos con varias radiografías digitales, una tomografía computarizada y cuantiosas microfotografías en 3D (microscopio Hirox KH-8700), imágenes que nos ayudan a comprender los elementos estructurales de la pieza. El biólogo Jacques Cousin, del parisino Muséum National d’Histoire Naturelle, hizo entonces un primer acercamiento a la identificación de las aves utilizadas. Observó características anatómicas de las plumas que podrían señalar el uso de loros, trogones, patos, oropéndolas, guacamayas, espátulas rosadas y cotingas, aves con una muy amplia distribución en el continente americano.

Nosotras tomamos fotografías con el microscopio digital portátil, elaboramos croquis detallados de distribución de los elementos e iniciamos la descripción pormenorizada de la ingeniería del objeto, además de un catálogo de las técnicas de amarre y de mosaico plumario. Estas tareas son indispensables para poder determinar en el futuro la función y el significado de la divisa. Asimismo, trajimos a México muestras de dos tipos de fibras, cuya identificación está ahora a cargo de Teresa Terrazas y Abisaí García Mendoza, del Instituto de Biología de la UNAM. Con anterioridad, ellos habían caracterizado las fibras de cuatro piezas de plumaria mesoamericana, por lo que sus nuevos resultados serán invaluables para establecer una comparación.

Por su parte, el último autor de este texto inició una investigación para reconstruir la biografía cultural del objeto, particularmente la historia de sus propietarios y la forma en que llegó a París. Para ello revisó los archivos documentales del mqB, expedientes conservados en los Archives Nationales de Francia y publicaciones especializadas sobre ese momento histórico.

Un futuro alentador

El proyecto está en curso y, aunque aún falta mucho camino por recorrer, podemos afirmar que la divisa de plumaria del mqB no es un penacho. De igual forma, es evidente que ningún elemento del propio objeto ni de su documentación apuntan en forma verosímil a que hubiera pertenecido a algún soberano mexica.

Estamos confiados en que, con el concurso y la experiencia de especialistas de muy variados dominios, lograremos dilucidar la función de esta pieza y si es obra de culturas mesoamericanas, andinas o amazónicas…

Para leer más…

Filloy Nadal, Laura, y María Olvido Moreno Guzmán, “El cuexyo chimalli del Castillo de Chapultepec”, Arqueología Mexicana, núm. 159, 2019, pp. 59-62.

López Luján, Leonardo, y Marie-France Fauvet-Berthelot, Aztèques: La collection de sculptures du Musée du quai Branly, Musée du quai Branly, París, 2005.

Russo, Alessandra, Gerhard Wolf y Diana Fane (coords.), Images take flight: Feather art in Mexico and Europe, Hirmer, Munich, 2014.

Walsh, Jane MacLaren, y Brett Topping, The man who invented Aztec cristal skulls: The adventures of Eugène Boban, Berghahn Books, Nueva York, 2019.

 

Laura Filloy Nadal. Licenciada en restauración por la ENCRYM, y maestra y doctora en arqueología por la Universidad de París I-Panthéon-Sorbonne. Trabaja en el Laboratorio de Conservación del Museo Nacional de Antropología (INAH).

María Olvido Moreno Guzmán. Licenciada en restauración por la ENCRYM y doctora en historia del arte por la UNAM. Titular del seminario “Plumaria de México: arte y tecnología” (UNAM).

Fabienne de Pierrebourg. Doctora en prehistoria, etnología y antropología por la Universidad de París I-Panthéon- Sorbonne.

Leonardo López Luján. Doctor en arqueología por la Universidad de París Nanterre. Director del Proyecto Templo Mayor (INAH) y miembro de El Colegio Nacional.

Filloy Nadal, Laura et al., “Una divisa americana de plumaria. El mal llamado ‘Penacho de Cuauhtemoctzin’”, Arqueología Mexicana, núm. 166, pp. 16-19.