“El cristal de roca es una de las sustancias más duras y más difíciles de trabajar. Tiene una dureza de 8 en la escala de Mohs. Es materialmente inexplicable cómo los lapidarios mixtecos lograron realizar objetos tan perfectos, que ahora serían verdaderos tours de force para un lapidario, a pesar de que se poseen medios técnicos de que carecían los antiguos indígenas. Existían algunos ejemplos del trabajo de los antiguos mexicanos en cristal de roca. En Londres hay un cráneo casi del tamaño natural, labrado en esta sustancia, y en el Museo Nacional de México y en París, tenemos también unos cráneos pequeños y un conejo, que tendrá aproximadamente 11 cm de largo. La copa de cristal de roca, las cuatro orejeras, así como las cuentas del mismo material, encontradas en la Tumba 7, han aumentado de una manera considerable la riqueza en objetos mexicanos de cristal de roca existentes en el mundo.
Orejeras. (núm. 204-III). Estaban junto a las otras que tienen el mismo número. Son dos orejeras en forma de carrete, con bordes muy amplios. El agujero central está formado por taladros cónicos, que se juntan por los vértices. El material es un bello cristal muy transparente, pero con manchas blancas.
Orejeras. (núm. 78). Son dos orejeras formadas por dos segmentos cónicos unidos por el vértice. El agujero central afecta la misma forma. El material es un cristal de roca extraordinariamente limpio y transparente. Una de las orejeras tiene adheridos restos de una sustancia al parecer orgánica. Las cuentas de cristal de roca las trataremos al referirnos a los collares.
Copa de cristal de roca. (núm. 192). Esta espléndida copa tallada en cristal de roca, está perfectamente pulida. El pie y el recipiente son casquetes esféricos y reproducen, según creo, dos medias calabazas unidas por sus fondos. El exquisito trabajo, que representa la realización de esta urna, la coloca entre las joyas más importantes de las descubiertas en la tumba. Fue uno de los primeros objetos que vimos en el interior desde antes de haber penetrado, pues quedaba precisamente abajo del agujero que practicamos en el techo; pero parecía al principio un vaso de barro negro extraordinariamente pulido, porque su interior se encontraba lleno de tierra. La copa estaba cerca del cráneo deforme que ocupaba el fondo de la tumba, y yacía caída. Quizá una de las piedras del nicho del fondo, al desprenderse, alcanzó la copa, pues muestra un estrellamiento interior en el cristal. En cuanto a su objeto, es poco probable que haya sido simplemente una copa para uso ordinario, y más bien me inclino a pensar que se trata de un vaso para libaciones rituales.
Caso, Alfonso, “Cristal de roca”, Arqueología Mexicana, edición especial, núm. 41, pp. 46-47.