El tetzáhuitl o agüero en los códices coloniales del Centro de México

Manuel A. Hermann Lejarazu

La palabra castellana agüero proviene del latín augurium derivado del nombre augur, es decir, el intérprete que es capaz de leer los mensajes divinos por medio de signos escritos en el cielo. En la Roma antigua, prácticamente desde sus orígenes, existía el Colegio de los Augures constituido por sacerdotes que podían interpretar auspicios tras la consulta ritual del vuelo de los pájaros, el paso de los meteoros o los fenómenos atmosféricos. Los augures funcionaban como una corporación al servicio del estado romano, pues respondían a preguntas expresas de algún magistrado y en muchas ocasiones decidían el éxito o fracaso de una batalla (Chevalier y Gheerbrant, 1986, p. 150).

En el México antiguo, los textos en lengua náhuatl del periodo colonial registran el vocablo tetzáhuitl como análogo al término agüero. Por ejemplo, fray Alonso de Molina (2001, f. 111r) en su Vocabulario en lengua mexicana registra el significado de tetzáhuitl como “cosa escandalosa, o espantosa, o cosa de agüero”. Rémi Siméon (1977, 535) ofrece las entradas tetzauhqui, “espantoso, peligroso”; tetzauia, ninotetzauia, “ver una cosa como augurio, asustarse en extremo, estar escandalizado”, o bien, tetzauhtéotl, “dios horrible, que espanta, y sobrenombre dado a Huitzilopochtli”.

Hoy en día, algunos autores como Frances Karttunen (1983, pp. 236-237) registran tetzahuia como “estar rodeado o acosado por algo espantoso / espantar a otros, algo que augura una mal para alguien”; y tetzáhuitl como “algo extraordinario, espantoso, sobrenatural, un augurio o mal agüero”.

En los textos de Sahagún (Códice Florentino, t. III, lib. 12, cap. 1) la aparición del tetzáhuitl infunde miedo, espanto y sobrecoge al que lo mira o al que es testigo de una cosa maravillosa. En la bibliografía de la Conquista de México son bien conocidos las ocho señales, pronósticos o tetzáhuitl que supuestamente auguraban la llegada de los españoles. En el Códice Florentino los textos en náhuatl y en español describen con cierto detalle en qué consisten cada uno de los también llamados “presagios”. Es de notar que el propio Sahagún en la columna del texto en castellano nunca registra la palabra “presagio”, sino que hace referencia a las “señales o pronósticos” o a la “cosa maravillosa o espantosa” que caracterizó al tetzahuitl registrado en el texto náhuatl. Desde luego, también es importante señalar que Sahagún no realizó una traducción literal de los textos nahuas, sino que preparó una versión castellana para el códice y realizó otra versión con algunas enmiendas a la primera por el año de 1585 (Pastrana, 2009, p. 11).

Por el momento, no podemos profundizar aquí en el término presagio, sólo comentaremos que proviene del latín praesagium, “presentimiento”, “presagio” y quizá por conducto del italiano la voz presagio, “adivinación, señal”, pasó a la lengua castellana (Corominas y Pascual, 1985, p. 643). Pero esta jerga de términos en lengua española pareciera sólo indicar sutiles diferencias de significado entre “augurio”, “pronóstico”, “presagio”; no obstante, dichos conceptos sí influyen en la percepción del vocablo nahua tetzáhuitl, pues creo que no comparten el mismo sentido que en realidad tiene en el idioma indígena.

 

Manuel A. Hermann Lejarazu. Doctor en estudios mesoamericanos por la UNAM. Investigador en el CIESAS-D.F. Se especializa en el análisis de códices y documentos de la Mixteca, así como en historia prehispánica y colonial de la región. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores.

 

Hermann Lejarazu, Manuel A., “El tetzáhuitl o agüero en los códices coloniales del Centro de México”, Arqueología Mexicana, núm. 158, pp. 84-85.

 

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