“A las mujeres difuntas les cortaban… las orillas del tochómitl [pelo de conejo, combinado frecuentemente con plumas] de sus huipiles porque decían las viejas que en la otra vida se volvían en culebras” (Garibay, 1967, p. 18)
El arte plumaria cautivó a los europeos que llegaron a América en el siglo XVI. Las narraciones de los primeros encuentros con los pueblos indígenas, así como las imágenes y los objetos que han sobrevivido hasta hoy, nos permiten apreciar la alta estima en que se tenía al plumaje de las aves. Sin embargo, al hablar de textiles, es difícil saber con exactitud la manera en que las plumas se integraban a las telas, pues las evidencias materiales son sumamente escasas. Contamos únicamente con seis ejemplos mexicanos que datan del periodo virreinal, resguardados en distintos museos: cuatro de ellos en nuestro país y dos más en el extranjero. El estudio histórico y el análisis de los modos de elaboración de estos bienes nos han permitido conocer a fondo una técnica fascinante. Por un lado, la investigación en torno a estas piezas contribuye a documentar la evolución del textil mesoamericano. Por otra parte, al acercar los resultados de esta investigación a maestros del teñido, del hilado y del tejido, hemos logrado crear nuevos tejidos emplumados.
A finales de la década de 1980, la coleccionista de origen suizo Madeline Humm halló un fragmento textil en el Bazar de los Sapos, en la ciudad de Puebla. En ese momento, no sabía a ciencia cierta qué era lo que había encontrado, pues el tejido estaba ensombrecido por una gruesa capa de suciedad. Tras lavarlo un par de veces, Madeline reconoció que se trataba de un trabajo excepcional y se lo facilitó para su estudio a la maestra Irmgard Weitlaner Johnson, quien años antes había examinado el huipil emplumado, atribuido a la Malinche, que se conserva en el Museo Nacional de Antropología. En 2006, gracias al generoso apoyo del maestro Francisco Toledo, el fragmento de Madeline, tejido probablemente entre 1650 y 1710, se integró al acervo del Museo Textil de Oaxaca. Bautizamos esta pieza como “tlahmachte:ntli de Madeline”. Propusimos el término náhuatl a partir de dos glosas del diccionario de fray Alonso de Molina, publicado en 1571. El primero es tlahmachtli, “labor de manta labrada”; y el segundo, tlate:ntli, “franja u orilla de vestidura”. Para acuñar este término, tomamos como modelo el tlahmacha:ya:tl, nombre histórico de un tejido emplumado que conserva el Museo Prehistórico y Etnográfico L. Pigorini en Roma. Incorporamos la raíz te:ntli porque el fragmento de Madeline representa la orilla inferior de un huipil, que fue recortado para conservarlo tal vez como muestra de diseño, o quizá por la preocupación espiritual expresada en el epígrafe.
Hilos emplumados
La característica más notable del tlahmachte:ntli es la presencia de hilos emplumados, logrados a partir de la torsión de plumón de pato entre dos cabos de algodón. Puesto que el plumón de las aves suele ser blanco, se emplearon distintos tintes para dar color a este material: grana cochinilla, añil y un tinte amarillo. Después de hacer tales observaciones en laboratorio, organizamos talleres con tejedoras e hilanderos de distintos pueblos de Oaxaca, Guerrero y Puebla, con ánimo de difundir este conocimiento y reincorporar la técnica al repertorio textil mexicano.
Román Gutiérrez Ruiz, originario de Teotitlán del Valle, Oaxaca, se interesó en la elaboración de hilos emplumados y durante más de diez años ha experimentado con distintos procesos de teñido e hilado del plumón. Román ha alcanzado una rica paleta cromática a partir de cinco tintes mesoamericanos: grana (Dactylopius coccus), añil (Indigofera suffruticosa), zacatlaxcal (Cuscuta spp.), palo de mora (Maclura tinctoria) y huizache (Acacia farnesiana). Con estos hilos emplumados a la mano, en 2014 comenzamos a trabajar con Noé Pinzón Palafox, joven tejedor de San Mateo del Mar, comunidad ikoots del istmo de Tehuantepec. Contamos para ello con seda criolla oaxaqueña hilada manualmente en el taller de Moisés Martínez Velasco en San Pedro Cajonos, así como algodón blanco y coyuchi (cuya fibra es de color canela), hilado a mano con malacate en San Juan Colorado, comunidad mixteca de la costa. El proyecto es apoyado generosamente por la Fundación Alfredo Harp Helú.
Gracias a la habilidad y paciencia de Noé, hemos podido usar el hilo emplumado como trama suplementaria en combinación con diversas estructuras de tejido registradas en fragmentos arqueológicos y en textiles etnográficos mexicanos. Al momento de escribir estas líneas estamos avanzando en el décimo ejemplo, donde seguimos las técnicas del tlahmachte:ntli para recrear un huipil con las dimensiones aproximadas y las características generales que debe haber tenido la prenda de la cual formó parte el fragmento. Los tres lienzos del huipil combinan algodón blanco y coyuchi en la urdimbre, como la pieza emplumada del Museo Nacional de Antropología. Los diseños se componen de los ligamentos de tapicería, tramas recíprocas y brocado de trama, estructuras que muestra el tlahmachte:ntli. Las figuras que hemos diseñado para la cenefa inferior del huipil no fueron copiadas de algún textil antiguo, sino que representan innovaciones propias, siguiendo la escala, el ritmo y el estilo del fragmento de Madeline. Después de estudiar los pocos ejemplos de tejidos emplumados mexicanos que han sobrevivido, no nos interesa fabricar facsímiles de esos hermosos trabajos. Tampoco buscamos crear una línea de textiles “prehispánicos” para un mercado elitista. Nos motiva simplemente la posibilidad de revivir el uso de materiales y técnicas que formaron parte del repertorio de grandes artistas del telar en el pasado, y que creemos pueden dar lucimiento a nuevos talentos mexicanos en el siglo XXI.
Hector Manuel Meneses Lozano. Restaurador de bienes muebles por la Escuela Nacional de Conservación, Restauración y Museografía “Manuel del Castillo Negrete”, INAH. Director del Museo Textil de Oaxaca.
Alejandro de Ávila Blomberg. Doctor en antropología por la Universidad de California, Berkeley. Director fundador del Jardín Etnobotánico de Oaxaca y curador, investigador y asesor del Museo Textil de Oaxaca.
Meneses Lozano, Hector Manuel y Alejandro de Ávila Blomberg, “El tlahmachte:ntli. Un tejido emplumado”, Arqueología Mexicana, núm. 159, pp. 72-74.
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