El Palacio Rojo
Se recopilaron esculturas y se almacenaron dentro y alrededor del Palacio. Muchas ya estaban mutiladas, por haber participado en ciertos rituales. La forma más frecuente en los almacenes es la figura de bulto de cualquier tamaño, ya sea antropomorfa, zoomorfa o de seres en transformación. Se reservaron dos cuartos grandes del Palacio para el trabajo escultórico, un almacén y un taller para el labrado.
En el taller se hallaron monumentos en proceso de tallado, preformas prismáticas, herramientas, abrasivos y muchos desechos de talla. Los desechos no estaban apilados sino que estaban sobre o incrustados en el piso, lo cual señala que periódicamente se llevaba a cabo una limpieza del espacio para remover lo innecesario del área de trabajo.
El trabajo escultórico en el Palacio se enfocó en esculturas de varios tamaños, la mayoría de talla mediana. En contraste, la producción de escultura al norte del Palacio se dirigió a piezas de dimensiones verdaderamente colosales. Hay al menos cinco puntos donde se llevó a cabo la talla de esculturas de grandes dimensiones.
Destaca el monumento SL-109, el más grande del sitio, que mide 3.5 por 2.3 por 2.4 m y tiene remanentes de superficies pulidas y de relieve. Anteriormente fue una gran obra que después terminó en manos de los artesanos, quienes la estaban reduciendo para crear algo nuevo con la roca basáltica.
Destacan también las tres cabezas colosales que se encontraron en proceso de tallado. Tienen elementos que muestran diferentes etapas del tallado: el dorso plano, los lados martillados, el esbozo del rostro y del tocado. Dos conservan huellas de la escultura previa.
Imagen: Monumento 109 de San Lorenzo. Trono 20 de San Lorenzo. Foto: Ann Cyphers.
Ann Cyphers. Doctora en historia por la UNAM. Investigadora en el Instituto de Investigaciones Antropológicas, UNAM Especialista en el periodo Preclásico (Formativo) y, en particular, en la civilización olmeca.
Cyphers, Ann. “El Palacio Rojo”, Arqueología Mexicana, edición especial, núm. 104, pp. 50-56.