El Tren Maya

Alicia M. Barabas

Los pueblos indígenas frente a los megaproyectos (parte II)

En el número anterior decíamos que los megaproyectos, o proyectos de gran escala, son grandes obras de infraestructuras para el desarrollo, por lo general considerados de “interés nacional”, como presas hidroeléctricas, proyectos turísticos y parques industriales. Suelen producir fuertes afectaciones sobre el medio ambiente y críticos procesos de cambio social para las poblaciones ubicadas en el espacio de sus intereses que, con frecuencia, son los territorios ancestrales de los pueblos originarios. Las grandes dimensiones de las obras, la amplia extensión territorial que tratan de abarcar, la necesidad de obtener la tierra de los que viven en esas áreas, las reubicaciones de población, las perturbaciones ecológicas y el estrecho margen temporal adjudicado a su realización, son características de los megaproyectos que impactan profundamente los modos de vida y las culturas de estos pueblos.

El Tren Maya

Uno de los megaproyectos más importantes del gobierno actual es el llamado Tren Maya, que contempla el reordenamiento territorial de Yucatán, Campeche, Quintana Roo y partes de Chiapas y Tabasco a partir de los ejes económico y turístico, pues se trata de un proyecto de desarrollo urbano que busca impactar en la economía mediante el crecimiento turístico. El servicio de transporte férreo para carga y pasajeros será de larga distancia, con una extensión de 1500 km, y va a generar un corredor turístico junto con Cancún y la Riviera Maya, además de articularse con el Corredor Transístmico. Este megaproyecto integra múltiples emprendimientos: turísticos, agrícolas, industriales, energéticos e inmobiliarios. El Fondo Nacional de Fomento al Turismo (Fonatur), dependencia encargada de implementar el proyecto, planifica a más largo plazo la creación de parques industriales cárnicos, forestales y frutales, cuencas lecheras, granjas avícolas y porcinas, producción de sorgo y caña de azúcar, palma de aceite y soya, que atraerán inversores y trabajadores migrantes (Gasparello y Núñez, 2021).

En 2019, la Secretaría de Gobernación, el Fonatur y el Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas (INPI) informaron que a lo largo de la vía del tren se planea la construcción de 12 o 15 paraderos y 19 estaciones, que formarán parte de “polos de desarrollo” de hasta 1 000 ha cada uno. Estos “polos” son llamados “ciudades nuevas o complementarias”, o “comunidades sustentables”, y se planifican como centros urbanos y núcleos de actividad turística, comercial y económica en cada estación y en sus áreas de influencia. El Fonatur encargó a ONU-Hábitat llevar a cabo el desarrollo planificado de las 19 estaciones ferroviarias como centros urbanos, nuevos o ampliados, y el reasentamiento integral de la población que se encuentre en el área del derecho de vía del tren. Como la mayoría de las parcelas de las comunidades mayas están certificadas, pueden optar por el dominio pleno, hacerse propiedades privadas y ser vendidas

De acuerdo con Giovanna Gasparello (2022), el enfoque urbano de las “ciudades nuevas” rompe con el patrón de asentamiento en pequeñas comunidades articuladas por un centro cívico-religioso, que era característico de las tierras bajas mayas desde la época precolombina. En los pueblos mayas actuales las viviendas están separadas entre sí por terrenos de traspatio (cercados con albarradas) y parcelas, en los cuales se cultiva el huerto familiar y se crían animales domésticos (ganado pequeño y aves de corral). Agrega la autora que el desarrollo de esas urbanizaciones constituye un gran problema por sus efectos en las formas de vida y en los modos de producción y reproducción material y simbólica de la población indígena. No obstante, los nuevos proyectos económicos no incluyen el turismo en manos de la comunidad ni las actividades productivas que la población indígena y campesina practica desde hace milenios.

Este megaproyecto producirá ganancias al sector turístico trasnacional y nacional y a sectores de la población local, regional e inmigrante involucrados en la economía de mercado; pero es más difícil que resulte de real beneficio para los campesinos mayas, aunque algunos de los jóvenes puedan ser contratados en trabajos especializados y lucrativos. Por el contrario, las “ciudades nuevas” transformarán radicalmente el medio ambiente, el paisaje y el régimen de propiedad de la tierra, los espacios de las viviendas y la milenaria cultura milpera. Como bien sabemos la tierra para los pueblos originarios no es una mera mercancía, sino que cobija múltiples y profundos significados culturales e históricos; de allí que la venta de las tierras represente también la pérdida del territorio histórico que ocupan desde la época prehispánica, que es una de las bases de la identidad y prueba de la ancestralidad territorial. Por ello, los proyectos de desarrollo que provocan múltiples cambios y reubicaciones son calificados por las ciencias sociales como drama social porque suelen producir incremento de enfermedades, desarticulación de la red de relaciones sociales, crisis de identidad sociocultural, cambio acelerado de las formas de producción y de diacríticos culturales como el idioma, la ritualidad, la indumentaria y los hábitos alimentarios.

Imagen: Tramo III, Calkiní-Izamal, del Tren Maya. Maxcanú, Yucatán. Foto: © Juan Pablo Ampudia.

 

Alicia M. Barabas. Licenciada en ciencias antropológicas por la Universidad de Buenos Aires. Maestra y doctora en sociología por la UNAM. Profesora investigadora emérita del INAH. Investigadora nacional nivel III, SNI-Conacyt.

Esta publicación puede ser citada completa o en partes, siempre y cuando se consigne la fuente de la forma siguiente:

Barabas, Alicia M., “Los pueblos indígenas frente a los megaproyectos”, Arqueología Mexicana, núm. 173, pp. 86-87.