Al ser el corazón el órgano considerado como el centro de la vida y el pensamiento, no es de extrañar que hubiera una observación minuciosa de su forma y su movimiento. El hecho de que hubiera sido el órgano que, con la sangre, sustancia vital, se ofrendaba a los dioses a fin de contribuir al mantenimiento de la vida cósmica no traía consigo automáticamente el que se conocieran sus estructuras anatómicas internas, por ejemplo las válvulas. Recordemos que la relación de las válvulas y los ruidos cardiacos fue señalada por Bouillaud hasta los treinta del siglo XIX. Pero es indudable que la representación esquemática del corazón, como aparece en los murales del templo debajo del Palacio de Quetzalpapálotl, en Teotihuacan, corresponde exactamente a un corte longitudinal que divide el cuerpo en una mitad anterior y una posterior, de manera que se aprecian las paredes de ambos ventrículos y el tabique interventricular. Ésta es también la forma que permite relacionar al corazón con la flor del yolloxóchitl (Talauma mexicana), que es una magnoliácea que crece silvestre en el Altiplano Central, en particular en zonas bajas y cálidas, y en algunas áreas de la costa del Golfo de México. Fue cultivada con todo esmero por Moctezuma Ilhuicamina en sus jardines de plantas a las que se atribuían significados mágicos, como era particularmente el de Oaxtepec. Esta “flor del corazón”, que es el significado de su nombre, empleada como medicamento para fortalecer el corazón y, por ende, la mente, actúa como cardiotónico al aumentar la fuerza de contracción cardiaca y es un medicamento de inmensa utilidad en el manejo de la insuficiencia cardiaca. La interpretación que se daba en la medicina mexicana del siglo XVI a esta acción era la de expulsar, como dice en el Códice De la Cruz-Badiano, “el mal humor que ocupa el pecho”, hablando en términos inteligibles para los médicos europeos. Digamos de paso que en la medicina náhuatl se usaban diversas sustancias de consistencia mucosa, llamadas genéricamente aláhuac, que podían corresponder a los humores flemáticos de la medicina de tradición grecorromana. Por esa misma razón se utilizaban para tratar la locura, lo que los autores del códice llaman micropsiquia o miedo patológico, en tanto que los informantes de Sahagún y Hernández hablan de su efecto de fortalecer el corazón.
La yolloxóchitl ha sido estudiada farmacológicamente de manera exhaustiva, y se han comprobado las acciones arriba señaladas y su imagen se utiliza como emblema del Instituto Nacional de Cardiología.
Otro problema cardiaco al que haremos mención ahora es el dolor opresivo del pecho. El texto que nos ha trasmitido este conocimiento es una vez más el Códice De la Cruz-Badiano, que lo distingue del dolor de pecho, del dolor de corazón y del dolor de costado. A la letra dice: “Si el pecho se siente oprimido como por una repleción y se halla angustiado…” Del dolor de pecho y el de costado no refiere ningún dato clínico, pero eran perfectamente identificables para los médicos de entonces; el primero correspondía al dolor retroesternal, y el segundo al dolor en la cara latero-posterior del tórax y correspondiente al dolor pleural o al que aparece al inicio de un cuadro neumónico. Lo interesante del dolor opresivo y lo que lo distingue del que llanamente llaman “dolor de corazón”, del que dicen se acompaña de bochornos, es justamente ese carácter de opresión y que causa angustia. Éstos son, como lo hizo ver hace ya muchos años el cardiólogo potosino José Miguel Torre, los síntomas del angor pectoris, la angina de pecho, indicativa de enfermedad coronaria y de infarto del miocardio. Lo interesante de esto es que, en la medicina occidental, fue solamente hasta la descripción de Heberden en 1802 que se volvió clásica.
Tomado de Carlos Viesca T. y Maríablanca Ramos de Viesca, “Aportaciones de la medicina náhuatl prehispánica”, Arqueología Mexicana núm. 130, pp. 66-73.
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