Carlos Pellicer, poeta católico apasionado de la arqueología, creó el Parque-Museo La Venta en Tabasco para custodiar la cultura olmeca. La forma de ese espacio definió su contenido: un recinto vegetal, hecho de maderas y plantas que dialogaban con la flora circundante. No es casual que Pellicer dedicara un extenso poema a Nezahualcóyotl, centrado en su sensual trato con la biosfera:
Y es que había muchas flores en su cuerpo.
El Dios Desconocido, fue solo para él.
Enorme intimidad a la intemperie.
La voz entera, a solas.
La voz eléctrica en el páramo
de cualquier soledad a media noche.
El esférico ámbito de la revelación.
El terror saludable de estar vivo
frente a Dios.
En medio de los desórdenes de la inteligencia, inevitable saldo del “progreso”, Pellicer busca las flores que aún brotan entre las antiguas piedras de las pirámides como mensajes de Nezahualcóyotl. En tiempos de la pandemia, un verso cobra vibrante actualidad: “El terror saludable de estar vivo”. El calentamiento global y la aceleración del ecocidio otorgan renovada importancia tanto a la poesía del rey poeta de Texcoco como a la lectura que de él hizo Carlos Pellicer
Imagen: Carlos Pellicer (1899-1977). “Y moví mis enérgicas piernas de caminante / y al monte azul tendí. / Cargué la noche entera en mi dorso de Atlante. / Cantaron los luceros para mí”. “El viaje”. Foto: Archivo de Carlos Pellicer López
Esta publicación puede ser citada completa o en partes, siempre y cuando se consigne la fuente de la forma siguiente:
Villoro, Juan, “La poesía”, Arqueología Mexicana, edición especial, núm. 95, pp. 60-89.