Grupos sociales como los sacerdotes y los nobles fueron acusados de prácticas homosexuales. Mientras Bernal Díaz del Castillo declara que los sacerdotes de Cempoala se entregaban al “maldito oficio de sodomías”, Alonso Zuazo describe “orgías homosexuales” perpetradas por los sacerdotes antes del sacrificio de víctimas humanas. Estas aseveraciones no parecen creíbles frente a los múltiples testimonios que subrayan la castidad de los sacerdotes en la época prehispánica.
Acerca de las costumbres sexuales de la nobleza, los datos son escasos y difíciles de interpretar. Por ejemplo, se dice que Nezahualpilli, rey de Tezcoco, “por natural razón y su buena inclinación aborrecía en gran manera el vicio nefando, y puesto que los demás caciques lo permitían, éste mandaba matar a los que lo cometían”. Este texto dejaría entrever cierta tolerancia de la nobleza tezcocana respecto a la homosexualidad. El fenómeno debió finalizar con las medidas de Nezahualpilli o aun antes, puesto que su predecesor Nezahualcóyotl hubiera ejecutado a su propio hijo “acusado del pecado nefando”. Ahora bien, los cronistas tezcocanos como Alva Ixtlilxóchitl tuvieron la propensión de presentar a sus lectores retratos idealizados de sus antiguos soberanos. La lucha contra el “pecado nefando” formaría parte de una serie de medidas implementadas por estos reyes ilustrados que llegarían hasta la supuesta prohibición de los sacrificios humanos.
Un documento del siglo XVI menciona que “en México había hombres vestidos en hábitos de mujer y éstos eran sométicos y hacían los oficios de mujeres como tejer e hilar y algunos señores tenían uno o dos para sus vicios”. Bien documentados entre los indios del Norte de México y de Norteamérica, los berdaches, es decir los travestis aceptados socialmente, existían también en el Centro de México. La descripción de hombres ataviados como mujeres que desfilaban junto con prostitutas durante una fiesta religiosa prehispánica en Tlaxcala refuerza esta hipótesis.
Los travestis en Mesoamérica
Uno de los primeros testimonios sobre hombres vestidos como mujeres se debe a Alvar Núñez Cabeza de Vaca, quien describe en la región de Texas “hombres casados con otros, y éstos son unos hombres amariconados, impotentes, y andan tapados como mujeres y hacen oficio de mujeres”. Asimismo, entre los indios de Sonora los españoles encontraron jóvenes ataviados como mujeres. Cuando un español amenazó con quemarlos, varias mujeres intervinieron para tomar valerosamente la defensa de los jóvenes travestis.
Varios testimonios etnográficos confirman, más de cuatro siglos después, la integración de travestis en las sociedades indígenas del norte de México y de Estados Unidos. Ahora bien, de manera general, la moral precolombina exaltaba la virilidad y reprobaba todas las manifestaciones afeminadas. Varias fuentes presentan al travestismo como una práctica infamante e incluso mencionan leyes que lo condenaban.
Cabe agregar al expediente algunos ejemplos de mujeres travestis, siempre en relación con actividades viriles. Al morir Corócomaco, señor de Tzacapu (Michoacán), lo sucedió su mujer Quénomen, que portó las insignias militares características de su nuevo poder, una rodela y una porra. Se menciona en Guatemala que mujeres armadas con arcos pelearon entre los tukuchés contra los cakchiqueles, que las masacraron. Más que una conducta sexual particular, el travestismo femenino estaba asociado a circunstancias sociales o religiosas específicas. Desafortunadamente, la homosexualidad femenina en la época prehispánica es muy poco conocida.
Homosexualidad y religión
Vimos que durante una fiesta religiosa en Tlaxcala intervenían hombres vestidos como mujeres. En contextos rituales, eran los sacerdotes los que podían representar a diosas y vestirse como ellas. Así, entre los tarascos de Michoacán, el sacerdote poseído por la diosa Cuerauáperi se ponía ropa de mujer. Entre los mexicas, sabemos de sacerdotes que ostentaban los atavíos de Chalchiuhtlicue, la diosa del agua, o de Ilamatecuhtli, la diosa de la Tierra, mientras que otro vestía la piel de una mujer sacrificada que personificaba a la diosa Chicomecóatl, “Siete Serpiente”, diosa del maíz. Ahora bien, ¿acaso existían deidades vinculadas directamente con prácticas homosexuales o de travestismo? Obviamente, no faltaron cronistas que atribuyeron a las deidades nativas, inspiradas por el diablo, el origen del “pecado nefando”. Entre los dioses mexicas, vale la pena examinar el caso de Tezcatlipoca, dios del destino, que estaba asociado a prácticas sexuales reprobadas y aparece en los mitos como deidad transgresora; sin embargo, su relación con la homosexualidad es más ambigua. En varios textos un penitente descontento con su suerte, un enfermo que no puede curarse o un guerrero cuyo cautivo escapó insultan a Tezcatlipoca en términos poco elegantes: “¡Oh, Tezcatlipoca, tú, sodomita! ¡Tú miserable sodomita! ¡Te divertiste conmigo, te burlaste de mí!” Se dice que en ocasiones Tezcatlipoca satisfacía los anhelos de quienes lo increpaban, aunque algunos morían después de haber insultado al dios. En primer lugar, cabe decir que las acusaciones de homosexualidad eran frecuentes, por ejemplo durante las batallas, y los mismos españoles las recibieron. Por otra parte, es cierto que Tezcatlipoca estaba asociado en los mitos cosmogónicos con los gigantes, de quienes se afirmaba que practicaban la antropofagia y la sodomía.
Tomado de Guilhem Olivier, “Entre el ‘pecado nefando’ y la integración La homosexualidad en el México antiguo”, Arqueología Mexicana núm. 104, pp. 58-64.
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