La arqueología y las crónicas

Eduardo Matos Moctezuma

Lo que dice la arqueología

Siempre he sostenido que la arqueología y las crónicas son complementarias; la primera encuentra el dato directo tal cual fue, con los vestigios del pasado a la vista, en tanto que la crónica nos da su versión de ciertos acontecimientos a los que se puede acceder por medio de informantes, documentos o por observación directa. En el caso de la arqueología, más de dos siglos de hallazgos en el centro de la ciudad de México han permitido descubrir monumentos relevantes que ayudan de manera significativa a conocerla. Podemos enumerar los hallazgos de la Coatlicue, la Piedra del Sol y la Piedra de Tízoc entre 1790 y 1791. Se recabaron datos importantes en el siglo XIX pero será en el XX cuando hay otros descubrimientos: el rescate de Leopoldo Batres en la Calle de las Escalerillas, 1900; el del océlotl-cuauhxicalli y la cabeza de serpiente, 1902); la excavación de Manuel Gamio, hacia 1913, en la esquina de las calles de Seminario y Argentina (entonces del Relox y Santa Teresa), cuando se localizó y definió una esquina del Templo Mayor, así como diversos vestigios: esculturas, muros, etc., ubicados por don Salvador Mateos Higuera (Matos, 1979). Más recientemente, gracias a diversas intervenciones de la Dirección de Rescate Arqueológico del INAH, se ha podido obtener una mayor información no sólo del centro de la ciudad, como ocurrió a raíz de los trabajos del Metro, sino de algunos otros centros prehispánicos como Cuicuilco, Copilco, Iztapalapa, Azcapotzalco, Tlatelolco y muchos otros que habían sido cubiertos por la actual ciudad de México y que han aflorado por aquí y por allá.

Cuando comenzamos el Proyecto Templo Mayor, en 1978, una de las principales preocupaciones fue ver si la arqueología corroboraba lo que las fuentes históricas decían. Fue asombroso constatar que en muchos casos lo dicho por el cronista se apegaba a lo que se iba encontrando en la excavación. La razón de esto pienso que es evidente: se estaba informando al rey de los pormenores del templo principal, por lo que se ponía especial énfasis y detalle en él. Daré algunos ejemplos. Cuando excavábamos la fachada principal del Templo Mayor, encontramos dos enormes serpientes de cuerpos ondulantes colocadas frente a frente sobre la plataforma sobre la que se eleva el templo. De inmediato recordamos la lámina de Durán que se ha mencionado, en la que aparecen las serpientes en la misma posición. Lo mismo ocurre con la imagen del Templo Mayor en otras fuentes históricas, en las que se aprecian las características señaladas: dos escaleras y dos adoratorios, tal como se constató en la excavación.

Imagen: La elevación de ciertas calles y edificios aledaños del centro de la ciudad de México se ha acentuando por la extracción de agua destinada a los habitantes de la urbe. El fenómeno de la elevación permite la identificación de montículos que corresponderían al Juego de Pelota y al Hueyteocalli. a) La calle de República de Guatemala –bajo la lona está la escultura de Coyoxauhqui– hacia 1980. b) La calle de república de Guatemala en la actualidad.  Fotos: Proyecto Templo Mayor; Boris de Swan / Raíces.

 

Eduardo Matos Moctezuma. Maestro en ciencias antropológicas, especializado en arqueología. Fue director del Museo del Templo Mayor, INAH. Miembro de El Colegio Nacional. Profesor emérito del INAH.

Esta publicación puede ser citada completa o en partes, siempre y cuando se consigne la fuente de la forma siguiente:

Matos Moctezuma, Eduardo, “Tenochtitlan y Tlatelolco. De cronistas, viajeros y arqueólogos”, Arqueología Mexicana, núm. 99, pp. 40-47.

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