La guerra chichimeca y la paz comprada

Bernardo García Martínez

La "guerra chichimeca" fue un círculo vicioso de violencia que duró casi medio siglo en partes del Norte de México. Ni siquiera los españoles consideraron apropiado llamar "conquista" a ese proceso estéril, que llegó a su fin cuando el Virrey Marqués de Villamanrique decidió pactar una "paz comprada'' a partir de 1589.

 

La conquista española tuvo un doble carácter militar y político en tierras mesoamericanas. La etapa militar terminó pronto en el centro de México (hacia 1525), aunque fue más tardía y prolongada en Yucatán. Luego se inició un largo periodo de paz, apenas roto por disturbios locales. Ciertamente hubo rupturas con respecto al mundo prehispánico -sobre todo en el terreno religioso-, pero también continuidades, porque el sistema colonial de dominación se basó en la supervivencia de las organizaciones políticas básicas y los sistemas tributarios de los años precedentes. Fue un arreglo conveniente para ambas partes, o al menos para sus elites (los arreglos políticos rara vez han sido convenientes para la gente común). Por ello es que la Nueva España del siglo XVI estaba aún inserta en el tiempo mesoamericano, con sus altépetl, sus linajes nobles, sus sistemas de trabajo, sus flujos de mercancías y excedentes, sus linderos de tierras, su agricultura, sus cultos locales, sus lenguas y sus valores culturales (o buena parte de ellos), incluso con su aceptación de la posición dominante que la ciudad de México había tenido y siguió teniendo. Muchas de esas continuidades tienen presencia todavía en la historia y la geografía de nuestros días.

 

Los espacios del Norte y sus habitantes

Pero fuera de Mesoamérica, en los espacios que algunos han definido como Oasisamérica y Aridoamérica, los sucesos fueron diferentes. En algunas partes se intentó adecuar a las condiciones locales la experiencia de las áreas medulares de Nueva España, cosa que se logró con relativo éxito a través del sistema de misiones. Pero en otras la llegada de los españoles se conjugó en una ruptura mucho más radical, en la casi total ausencia de continuidades, y en el exterminio de la población precedente. Esto ocurrió sobre todo en las zonas centrales y orientales del altiplano a partir de lo que se habría de llamar Bajío. Eran áreas habitadas por grupos tribales de diversas lenguas que no practicaban la agricultura y vivían en la mayor simplicidad cultural, sin asentamientos fijos. Los nahuas los denominaban, despectivamente, “chichimecas”, y no tenían mayor interés en relacionarse con ellos.

Los españoles tampoco. No podían beneficiarse de grupos seminómadas que no poseían estructuras políticas ni un sistema tributario que permitiera apropiar excedentes. Ninguna eventual alianza sería estable y, sin lugar fijo para una iglesia, la evangelización estaba fuera ele lugar. Los chichimecas tampoco tenían nada que sacar de un acomodo con los españoles. La dimensión política de la conquista estaba, por tanto, cerrada. Sólo quedaba la militar. El escenario dispuesto prometía violencia: pocos recursos para la subsistencia (por la escasez de agua y el predominio de zonas áridas), tribus muy aguerridas y españoles ambiciosos.

El descubrimiento en 1548 de las vetas de plata de Zacatecas -nombre sacado del de una tribu local- magnificó la economía novohispana y fue el detonante de un proceso de expansión que habría de durar más de dos siglos. Zacatecas y otros centros mineros atrajeron gran número de españoles y mestizos. Esas nuevas poblaciones fueron puntos nuevos en una geografía nueva, unidos por caminos nuevos y sostenidos por áreas destinadas a actividades nuevas en la zona: agricultura y ganadería. Nada de eso tenía relación con los chichimecas; es más, no era compatible con esos hombres insumisos de arco y flecha, cazadores
natos. Los inevitables choques
se presentaron bajo la forma de
ataques sorpresivos a viajeros y
convoyes; después se hizo frecuente el robo de ganado. Cuando los españoles lograban alcanzar a alguna de esas tribus
actuaban con saña. Bajo esas condiciones. además, su legislación
les permitía algo que estaba vedado en tierras mesoamericanas:
tomar a los indios por esclavos.
Sangre, venganza y botín son tres términos expresivos para resumir la situación de las tribus del Norte de México.

 

Bernardo García Martínez. Doctor en historia; profesor de El Colegio de México. Autor de obras sobre historia de los pueblos de indios, historia rural y geografía histórica Miembro del Consejo Científico-Editorial de esta revista.

 

García Martínez, Bernardo, “La guerra chichimeca y la paz comprada”, Arqueología Mexicana 51, pp. 58-63.

 

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